Por Avanti, Contador de Pamplinas
En mi pueblo las calles que te llevan nunca te traen.
Fíjate bien, los cofrades somos mucho de ir a un sitio por una calle, es más, siempre vamos por la misma acera de la misma calle. Pero volvemos siempre por una calle diferente.
Eso sólo tiene una explicación: intentamos abarcar el máximo espacio posible de nuestro barrio…a ver si nos encontramos con alguien y practicamos nuestro deporte preferido: cruzar la acera para quedar.
Lo llaman viernes pero en verdad quieren decir «Quillo, ¿A qué hora nos vemos?»
Miedo darían los viernes sin dos aceras que no se unieran con una amistad y ganas de brindar por ella. Aceras que se unen con el pago de un peaje de botellines de cervezas.
Los cofrades, que somos un saco de despropósitos, tenemos una gran virtud. Una virtud que no nos hace mejores pero nos hace diferentes: odiamos estar solos.
Es más, hasta cuando salimos de nazareno necesitamos ir en parejas. Los costaleros en grupos, los monaguillos en jaurías…hasta el capataz lleva a un contraguía por si le da la bajona.
Nos encanta ir por una calle y volver por otra diferente…exactamente igual que hacen nuestras cofradías. Lo llevamos en el ADN eso de complicarlos la vida pespunteando el barrio con nuestras idas y venidas.
¡VIVAN LOS QUE COSEN LAS ACERAS PARA QUEDAR!