Por Ángel Vela Nieto.
Entre los que gustan de escribir y tienen en el arte flamenco tema preferente están los llamados flamencólogos, que son los científicos, la más alta estirpe de este ancho, complicado y atrayente mundo donde tanto hay aún por aclarar y descubrir. Luego están los especialistas, estudiosos en cualquiera de los soportes del trípode: cante, baile y toque, grupo al que pueden adscribirse los investigadores, folcloristas, copleros y biógrafos que se rigen por un estilo común y cuyos trabajos son los más aprovechables. Después figuran los críticos, que ciñen su actividad principalmente en crónicas periodísticas y en todos los medios existentes. Por último coexisten los que gustan de escribir sobre su propio arte, juzgando a sus colegas o proclamando su propia vida artística. A todos nuestro respeto y admiración. Pues anexos a estos altos protagonistas están los que, como nosotros, se afanan en buscar y recopilar con paciencia de santo empedernido, en lo antiguo y moderno, todo lo que pueda enriquecer una época o un lugar hurgando sobre lo ya asentado, tanto a la luz como a la sombra, referido de frente o de soslayo. En estos casos la tarea se asemeja a la del coleccionista de cromos que trata con empeño de completar un álbum. Es claro que existieron recopiladores ilustres e imprescindibles como Demófilo o Francisco Rodríguez Marín que conforman la corona de esta clase nuestra y la dignifican.
La historia antigua del flamenco es puro y caprichoso eco, una persistente y cada vez más diluida resonancia por aquello de la transmisión oral, porque las viejas crónicas escritas que se manejan resultan notas sueltas con demasiada espesura, salvo milagrosas excepciones. Esto otorga mayor mérito a cuantos convirtieron su tiempo y su mesa de trabajo en un laboratorio o en un puzzle imposible, sondeando a oscuras o pateando caminos por los arcanos de la memoria de los viejos aficionados que han sido los que mantuvieron con indesmayable celo la pureza de los cantes que repitieron como lo escucharon a otros más viejos. Con todo, la historia del flamenco, sus nombres y sus hombres, está desarrollada en enciclopedias y diccionarios, trabajos dignos y bien sudados… y en una vastísima bibliografía de todos los colores y tendencias. Y por ahí anda todo el personal interesado con sus dudas y su fe.