Por Javier Compás.
El Ayuntamiento de Sevilla lleva años luchando para que los bares cumplan las normativas de ruidos y los vecinos puedan vivir tranquilos en sus casas, sobre todo a partir de horas en la noche donde el silencio y el merecido descanso son indispensables para el cuerpo y el espíritu.
La situación de crisis creada en el sector de la hostelería por la pandemia del Coronavirus ha acarreado una situación muy anormal y de duros momentos para las empresas del sector, por ello es bueno que las instituciones se preocupen de generar ayudas para impulsar su recuperación, pero como dicen en nuestra tierra, lo que no se puede es desvestir un santo para vestir a otro.
Un bar de tapas y un restaurante a las dos o las tres de la madrugada no tiene mucho sentido que estén abiertos, salvo claro que se dedique a despachar cubatas, esto les puede ayudar a hacer caja, pero ello acarrea una serie de inconvenientes que no son problema menor. El primero contradecir esas normativas municipales que, a base de esfuerzo y control, llevan años intentando conciliar la convivencia entre bares y vecinos. Una bar abierto por la noche, no digamos con terraza, es un generador de ruidos importante solo con las conversaciones de las mesas, no digamos si esas conversaciones se alargan hasta las tres de la madrugada regada con copas.
Pero la difícil situación que la medida va a generar con los vecinos no es lo único. A la misma empresa de hostelería se le van a generar una serie de problemas, el primero de ellos el organizar turnos para estar tantas horas abiertos, por no mencionar el deterioro que esos horarios van a suponer para la calidad laboral de los empleados y del mismo propietario.
Como es habitual las directrices no son claras, dice la Junta de una manera abstracta, muy vaga, que se amplía el horario siempre teniendo en cuenta que no haya “menoscabo del derecho al descanso de la ciudadanía”, o sea, la responsabilidad, una vez más, al hostelero, que tendrá que controlar a su parroquia, la música, etcétera, para no pasarse de decibelios. Todo ello además, acompañado de la posibilidad de ampliar terrazas y duplicando el número de días para realizar espectáculos públicos en dichos establecimientos.
Para un bar y, especialmente, para un restaurante, no creo que la solución a sus males sea abrir en horario de bar de copas, hay más inconvenientes que ventajas, más gastos que recaudación, a no ser claro, que se reconviertan en discotecas, lo que no creo que sea lo suyo, por cierto, no sé qué opinarán los verdaderos bares de copas y las discotecas, que continúan con la prohibición de abrir, de esta competencia creada gracias a la Junta de Andalucía, mientras ellos permanecen cerrados.