Por Virginia López.
Vamos a hacer un pequeño recorrido por esta emblemática zona del centro de Sevilla. Una zona conocida pero precisamente en su parte ancha y de tráfico rodado y en torno a ese cordón umbilical, que une la antigua parte extramuros con la intramuros, como es la calle Escuelas Pías.
Alrededor de esa zona se entrecruzan algunas pequeñas calles menos conocidas y que conservan nombres pintorescos.
Nos situamos en el cruce entre Gonzalo Bilbao y el arranque de la Puerta Osario. Una calle ancha y de pisos modernos. En época musulmana se denominaba Al Saria de donde procede Osario y en época cristiana simplemente era el terreno de “Afueras de la Puerta Osario”. Su primera urbanización procede del año 1845 y en 1949 se rotula en homenaje al pintor, hermano del escultor Joaquín Bilbao – autor de la estatua de San Fernando – el cual no tiene inexplicablemente una calle en Sevilla.
El tramo final tiene un curioso nombre: Puñonrostro, que nada tiene que ver con que alguien recibiera un golpe así en este lugar, sino que es el peculiar título del que fuera en el año 1597 Asistente – alcalde – de Sevilla, Francisco Arias de Bobadilla, IV Conde de Puñonrostro. Desemboca en ella una calle dedicada a Doña Berenguela, madre del Rey Fernando III “El Santo” que desemboca a su vez en la calle Diego de Merlo, también Asistente de la ciudad en el año 1478. Estas dos últimas calles se crearon a raíz del derribo de la puerta y la muralla, en 1864 y 1879 respectivamente.
Si nos situamos en el espacio actualmente rotulado como Puerta Osario podemos callejear tanto a nuestra derecha como a nuestra izquierda. Así se nos pasa la tristeza por los cierres de El Punto, La Abundancia y sobre todo Casa Eme. El enterismo está de luto.
Por un lado podemos coger la calle Valle que conduce al Santuario de la Hermandad de Los Gitanos, donde estuvo el Convento del Valle. Muñoz Torrero, sacerdote liberal de la Constitución de 1812, nos lleva a la ronda, así que mejor cangrejeamos para asomarnos a la calle de la diosa Artemisa y bajar por la pintoresca Pinto y su leve cuesta.
Si queremos ir para San Román, San Marcos o incluso Feria, sigan por Gallos y Butrón. Es un buen atajo para evitar el rodeo de Escuelas Pías.
Curiosamente aunque la palabra butrón la asociamos al agujero que se hace para robar en un lugar, esta calle se llama así, al menos desde el año 1363, por un corral de vecinos y horno de pan que allí hubo.
Por otro lado tenemos el emblemático Muro de los Navarros. No puede haber nombre más esclarecedor al indicarnos la presencia de ese grupo social que vivía junto a la muralla. El derribo del inmueble que hace esquina en Valle con Puñonrostro ha sacado a la luz un maltrecho lienzo de la muralla completamente desconocido porque al ser de una propiedad privada no fue derribado en el XIX. Esperemos que lo rehabiliten y no lo oculte la nueva construcción.
El Muro de los Navarros es una calle larga con un ramillete de pequeñas bocacalles que constituyen el dédalo secreto de la Puerta Osario. Paseen por Leoncillos, Arapiles, Azafrán, Ave María…llegarán a la parte de la Pila del Pato además de ser una forma variopinta de llegar a Juan de Mesa, a la altura de Santa Catalina. La calle dedicada al gran imaginero, no puede pasar más desapercibida. Queda engullida por la Plaza Ponce de León y los autobuses.
Me gusta recordar una anécdota infantil de cuando iba al centro con mi padre que tiraba por esas callejuelas liosas para mí o cuando iba con mi madre que tomaba el camino lineal y lógico de Escuelas Pías. Por cierto, me entran ganas de apostarme un día en la esquina y contar si realmente pasan más gente por ésta que por Jáuregui. Cuando menos es esa mi impresión.
Si seguimos por el Muro de los Navarros atravesamos Guadalupe y Santiago y alcanzamos su tramo curvo característico. Llegamos a la Puerta de Carmona en la ronda pero fíjense en la placita de la izquierda dedicada a San Agustín por el convento que hubo enfrente y busquen el callejón Concepción. En Sevilla hay también dedicada una calle a la Virgen Inmaculada que está en Triana.
Finalizamos en la calle Escuelas Pías, que parece que yo le tenga manía, al revés. La recorro muy a menudo, pero no siempre, claro, porque prefiero variar. Pero guardo buenos recuerdos de ella, como El Rincón del Tito o el Louvre y sobre todo la curiosa tienda que abrieron con réplicas de bustos clásicos.
Llamada así por el colegio de Escolapios que hubo en el antiguo Palacio de los Ponce de León, Duques de Arcos. Derribado casi en su totalidad, el moderno bloque de pisos es sede de Emasesa en el bajo. Se llamó calle de la Luna desde el año 1665 sin que se sepa por qué, sin embargo cabe pensar que en contraposición a la paralela calle Sol. Hubo otra calle Luna en el Barrio de San Bernardo, hoy calle Almonacid.
En el número 19 hay una preciosa casa regionalista que Juan Talavera y Heredia hizo para Carmen Cabrera entre 1912-1913. Tiene cinco azulejos, uno por cada balcón, con las fases de la luna. Es el recuerdo a la primitiva Casa de la Luna, citada por Félix González de León en 1839 y que dio nombre a la calle o viceversa.
Y justo enfrente, en el número 18, hasta 1978 se mantuvo en pie la casa taller de Agustín Sánchez Cid – autor de la estatua de Martínez Montañés – que lucía una Virgen de la Luna en una hornacina de la fachada. ¿La esculpió por el nombre de la calle o por ser patrona de Escacena del Campo donde trabajó? Por suerte la imagen se ha conservado y podemos contemplarla en una hornacina esquinera de la calle Mesón del Moro.
El problema que arrastra esta calle desde su ensanche es que parece moderna y nadie repara en la cantidad de casas regionalistas que hay. Incluso en la actualidad ha habido restauraciones con buen criterio como la de Honorio Aguilar en el número 16. Da la casualidad que la casa número 6-8, casi al arranque, es de Juan Talavera de la Vega – padre – y hay dos casas más del hijo, los números 10 y 11. Además de la casa de Arévalo Martínez de 1930 que hace esquina con Puerta Osario.
Por consiguiente la calle Matahacas era la calle más larga de Sevilla: te llevaba del Sol a la Luna.