Cantera, cantera, cantera…

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Por Raúl Delgado.

Allí en un rincón estaba apartada, era de poca importancia su relevancia. Para muchos apestada y quienes pudieran darle voz, tenían la garganta seca. Sonaba, porque tenía sitio propio, nunca ha sido fácil su presencia, molesta para algunos, pero de la que sacar pecho cuando la edad adulta aparece y se presume de ello. De eso, que es tan importante como necesaria, es la raíz propia de todo y ahora hablan, escriben, comentan… porque todo el mundo es erudito de esto. Yo, de la cantera del Carnaval de Cádiz, no sé nada. 

Pero en ella se encuentra lo que se perdió en los rebuscados acordes de una letra de agrupaciones adultas, con tal de darle importancia y de buscar una identidad propia, diferente. En el carnaval está todo inventado, puede gustar más o menos, pero a veces, más de lo que vemos, los extraños entresijos se pierden y se pierde todo aquello que había en la cantera, la pureza propia de esta fiesta, el veneno, la sencillez de lo que no es complicado o el pellizco que te hace pegar ese salto chirigotero como bien hacían esos pollitos de mi compare. 

Una cantera en la que autores, padres, escuelas, luchan contra gigantes y piedras en el camino, voz dormida del carnaval que ahora como algo inesperado, ha dicho aquí estoy, como si esto fuera un regalo, sorpresa descubierta por muchos, sin valorar el esfuerzo que hay detrás, de esos niños que no saben más que del carnaval y que dan lecciones dando mensajes tan necesarios hoy en día, en una sociedad que no se para a pensar, porque es más fácil que por ella piensen y les digan que hacer. 

Una cantera, en Cádiz o en Dos Hermanas, infantil o juvenil, cada vez con más calidad y cantidad, donde se ve el disfrute sobre el escenario, dejando atrás el ego y la rivalidad que no llega hasta que, por extrañas circunstancias, se pierde cuando se debuta en la modalidad de adultos. Una cantera donde ahora sus letras se hacen virales y son compartidas en las redes por defender la pluralidad lingüística en nuestro país. A partir de ahora, seguramente, en el Instituto Cervantes, haya más de un carnavalero. 

Sigan avanzando, con pasos lentos como los de Fernandi, Bienvenido, Sergio «Tomate» o David Amaya. Nadie les dijo que fuera fácil, como si yo de esto supiera algo. Sigan abriendo ventanas, que entre el aire fresco del carnaval de la cantera que nunca debió de perderse.