Por Raúl Delgado.
«Hay que matar a la bestia, antes que crezca y nos devore». Así de tajante y claro nos decía una Chusma Selecta, su opinión frente al COAC. Exagerados tal vez o simplemente sea una verdad más que cierta y en este asunto, muy pocos se quieren señalar. Es un tema delicado este del concurso, de una preselección por decreto, para unos y que sea un certamen donde todo el mundo tenga cabida, independientemente de su calidad, para otros
Porque sucede que a veces, entra en juego, la cantidad frente a la calidad. Ejemplo pongo porque ejemplos tenemos, como lo ocurrido en el año dos mil dos, cuando de Sevilla y su provincia (Carmona, Dos Hermanas, Alcalá de Guadaira y Guillena), fueron trece las agrupaciones participantes. Y se formó el debate, como viene sucediéndose en los últimos años, ¿toda agrupación tiene el derecho de pisar las tablas del Falla? ¿Debe haber más calidad y más respeto por todo lo que representa? ¿Debería Patronato o quien correspondiese dar ese paso adelante, sin titubear y decir hasta aquí hemos llegado, paremos el concurso y demos un giro para que no todo valga?
Quizás sea la hora de parase a pensar, si de verdad mereció la ilusión de cantar en Cádiz sin haberse subido antes a cualquier escenario. Quizás sea la hora de valorar, si todo sirvió para algo, si todo por lo que se dejó en el ensayo, fue efímero al bajarse de aquellas tablas. Quizás no se midió la calidad porque el concurso cegó el error de creerse algo desde que anuncian tu agrupación a escena. Quizás todo valga para un recuerdo, la fotografía del momento y las letras de un libreto.
Antes del concurso, una fase previa, clasificatorias como en algunos mentideros se ha llegado a decir. Pero por allí todo el mundo pasa, dicen algunos, autores con premios y autores sin premio. Otro debate servido, de quienes ni en esto se ponen de acuerdo y que sólo se escuche a los nuevos debutantes y a las agrupaciones que no pasaron a cuartos el año anterior. Colectivos, asociaciones, nadie quiere poner el asunto encima de la mesa. Nadie dirá que fue fácil y que se perderá o ganará según criterio de cada uno, del jurado, del letrista, del músico, del que defiende la ilusión y del que dice que basta, que aquí como todo en la vida, hay que ganarse el derecho para cantar.
Tendremos juristas, entendidos del carnaval, sabedores de lo divino y lo humano, defensores a ultranza de un concurso de calidad, defensores de la libertad a la hora de cantar.
Es hora de matar a la bestia, antes que crezca y nos devore. El problema, que la bestia lleva mucho tiempo devorando y nadie quiere darse cuenta que ya está pasando.