Por Pepe Muñoz.
La Andalucía oficial ha conmemorado la figura de Blas Infante. La Andalucía real, abarcando a bastantes de los componentes de la oficial, tiene escasa idea de lo que significa esa figura y no le interesa, por supuesto, su legado como Padre de la Patria Andaluza. Nada que celebrar, por tanto.
Esta opinión, tan políticamente incorrecta, es tan fácilmente demostrable que bastaría sacar un micrófono a la calle de cualquier población y preguntar para ver hasta que punto es ampliamente compartida.
Sucede que el fusilamiento de Infante, ocurrido un 11 de Agosto en plena canícula sevillana, no es fecha apropiada para conmemoraciones de la Andalucía oficial, y ha sido un verdadero engorro para sus representantes tener que interrumpir las vacaciones con tal motivo. Cosa distinta es tener que aparecer en ferias y festejos agosteños, más o menos pueblerinos, como parte del mantenimiento de imagen televisiva que todo político necesita.
Es notoria la dificultad de los políticos para ponerse de acuerdo en todo lo que signifique mejoras para el común de los ciudadanos que, paradójicamente, es para lo que se supone han sido elegidos. Sin embargo, nada más fácil que acercar posturas si de lo de que se trata es de mejoras para ellos mismos: subidas de sueldos, dietas, vacaciones, transportes etc.
Muchas vueltas le dieron a la conmemoración del fusilamiento de Infante, pero la solución fue acogida con total consenso. Nada de conmemorar el fusilamiento. Se conmemora su nacimiento y todos a disfrutar tranquilamente de las bien ganadas vacaciones. Total, a la gente que más le da.
La verdad es que fue una suerte que la madre de Infante no se retrasara en el parto y este no cayera también en agosto. Hubiera creado ya un verdadero problema, porque la otra solución posible, que habría sido la de sustituir el día de su cumpleaños por el de su onomástica (San Blas, 3 de febrero), climatológicamente más ventajosa, habría creado un debate de proporciones insospechadas, ya que hay quien sostiene que Infante se convirtió al islamismo y se cambió de nombre, cosa que la familia desmiente.
Pero bromas aparte, a estas alturas una cosa es cierta sobre Infante: que la Andalucía que él soñó y por cuya autonomía luchó, sigue siendo el vagón de cola de esa Europa en la que, por su visión universalista, no creía demasiado. Todo lo demás no es más que seguir manteniendo los símbolos que él creó: bandera e himno, sin profundizar en absoluto en su pensamiento. Un pensamiento que a día de hoy tiene tantas interpretaciones como fácil adaptación a ideologías de todo signo por muy distintas que sean sus raíces. Y todo de espalda a un pueblo totalmente desengañado en mayor o menor medida según la zona. Imposible olvidar aquellos 28 F. que, camino de playa costasoleña, cruzábamos Sevilla donde raro era el edificio donde no figuraba una bandera blanquiverde, contrastando con la total ausencia de las mismas en la ciudad de Málaga que también cruzábamos. Actualmente en ese aspecto ya somos todos solidarios: hoy es muy difícil ver alguna bandera andaluza en algún balcón de la Andalucia real para conmemorar algo. La oficial sí conmemora a su autor, en su cumpleaños, con música de cuerda en directo para esparcimiento espiritual de los asistentes oficiales. Algo no hemos debido hacer bien los andaluces desde que Lauren Postigo movilizara al personal.