Por Ignacio Ayuso.
¡Qué barbaridad tan bárbara! Ha querido coincidir la racha de tres partidos seguidos ganando –por fin hemos arrancado, y de qué forma, sacando la cabeza para mirar arriba y ser terror de los que por allí andan- con el mejor Joaquín y, paradójicamente, en un puesto que no ha sido el suyo hasta el último año en la “Fiore” y el primero con Setién, por la izquierda, con libertad de movimiento y de media punta. Su mejor partido, creo, en esa posición; y encima llegando y marcando no sólo uno ni dos, sino tres y un cuarto que se le fue al final del partido porque no se paró para darle pausa al remate, mirar y clavar al portero como hizo en el tercero. “Si me paro me caigo, iba muerto”, aseguró tras el partido.
Y señores, ¡qué goles! Si el primero, aún estando solo, había que meterlo, el segundo y el tercero eran auténticas maravillas, ambos con grandes desmarques en carrera, uno por el golpeo de balón con la rosquita y otro por la colocación dejando clavado al guardameta vasco.
Y todo esto con 38 años, luciendo un estado de forma envidiable, fino, todo musculo y fibra; su abrazo largo y sentido con Marcos Álvarez lo dice todo. Lo cogió el primer año de Setién, ya con 36 años, yendo a mas hasta explotar este año. ¡Qué jugadorazo!
Tengo que confesar y entonar el “mea culpa” porque fui de los que desconfiaba de ese fichaje. De vuelta, con 35 años creo, a retirarse y ganarse un dinero curioso de forma cómoda y en su casa: ¡Pues toma ya! Hecho un chaval, jugando al fútbol con la clase de siempre y la experiencia de ahora, invirtiendo ese dinero en acciones de su club, tirando del equipo, referente en el vestuario e ídolo de la afición; además bético, lleno de simpatía, colaborador cada vez que lo necesitas y amigo de los suyos…con ustedes, como diría Melado, “…y con el 17, la finta y el sprint: JOAQUÍN”