Por Víctor García-Rayo
«Usas un espejo de cristal para ver tu cara; usas obras de arte para ver tu alma».
(George Bernard Shaw).
Amanece algunas mañanas sí y otras no. Normalmente las apariciones están vinculadas al calendario festivo porque las monedas caen con más alegría en la cajita de cartón y miedo esos días en los que mi tierra tiene el repeluco besando su piel. Hoy tampoco había nada en el suelo de la Avenida de la Constitución, ninguna obra efímera en amor y tiza que llevarme a los ojos y al bolsillo de mi admiración. Creo que la lava que el verano hace circular por el suelo de la ciudad más hermosa del mundo acobardó anoche al artista anónimo que cada día se arrodilla delante de una sociedad que galopa por la vida mirando demasiado el teléfono mientras huye de las personas.
Está Sevilla recién levantada, con la cara lavada y el pelo suelto. Preciosa. Y casi de puntillas paso junto a ese lugar -cerca de un naranjo cofrade de Correos- que hace dos días le servía de lienzo en hormigón a un pintor que no conozco, alguien de talento que retrata a la Esperanza con un puñado de tizas, un trapo y mucho ingenio.
El artista rinde honores al milagro de la creación arrodillado, más pegado al suelo que al cielo. Todos los curiosos lo miran desde arriba, siempre por encima de los hombros. Pero al genio no le importa. Una cuadrícula que hizo antes de la media tostada y el café con leche es ahora su universo, aunque su felicidad se encuentre a la altura de los zapatos del mundo.
Pero hoy el calor ha marcado las doce y seguramente el caballo blanco del destino se haya convertido en calabaza. No hay nadie de rodillas en la Avenida para sorprenderme. Tampoco hoy leeré que nuestros políticos se han interesado por los nuevos creadores, por la gente que pinta en la calle, en la soledad de un cuarto humilde o en el temor que abraza cada día que amanece el miedo al fracaso. Es gente que admira a los grandes maestros de la historia de la pintura y que se conformarían con las sobras de un mendrugo de atención para que alguien mire de cerca lo que ellos saben pintar. A cambio de su esfuerzo, una sonrisa, unos euros, una mano tendida para el futuro o -con suerte- una exposición que nunca llega. Pero la política busca más el voto que el alma, la urna que el corazón, el sillón que el taburete de lo que realmente le importa a las personas.
Agáchate, sevillano. Ponte a su altura. ¿Acaso tus maestros del colegio no usaban tiza también y tú los respetabas? Bájate al alquitrán del talento y toca con tus dedos a los artistas. Basta con unas monedas y una sonrisa que les anime a seguir soñando con un futuro mejor, erguidos en una felicidad que buscan sin descanso.
Humíllate un poco. Aunque sea sólo por reconocer que tú no eres capaz de pintar con tizas de colores las devociones que tus mayores te enseñaron a respetar para siempre. Puede ser que mañana necesites buscar la cara de la Esperanza y…te quedes sin Ella. Porque la paciencia, como la tiza, termina un día abandonada en la pizarra del desaliento.
Hazme un sitio, pintor desconocido, que quiero echarme al suelo para darte este abrazo.
Foto: @reysperu en Instagram
Enhorabuena a ti Víctor que con tu sensibilidad sabes descubrirnos esos sentimientos del alma, que tenemos a pie de calle.