El Gran Poder por las calles carmelitas de Sevilla

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Por Virginia López.

Cuando nombramos a Santa Teresa de Jesús, nuestro recuerdo, inequívocamente, se refugia en ese rinconcito del Barrio de Santa Cruz donde moran las carmelitas descalzas.

Ni la santa pisó el barrio, pues se quedó en los aledaños del Arenal pasando por la antigua calle Armas, ni mucho menos es la única presencia conventual carmelita. Hay dos conventos de la Antigua Observancia y otros dos tantos de la Reforma del Carmelo: frailes del Buen Suceso y del Santo Ángel y religiosas de Santa Ana y de San José del Carmen, éste conocido popularmente como Las Teresas. Por Santa Teresa de Jesús y su sobrina Teresita de Ahumada que ingresó en dicho convento. Ambas retratadas por el jesuita Fray Juan de la Miseria, que sin dotes pictóricas parecía hacer honor a su remoquete.

Los dos retratos se conservan en Las Teresas
Foto: Vanessa Gómez. archsev

Mención aparte al emblemático Bar Las Teresas, donde desayunaba la santa como bromeaba mi padre conmigo de chica. Casi, casi, el año pasado cumplió 150 años de existencia.

Poco después de que la canonizaran – el año que viene se cumplen 400 años – la calle de la vieja casa del banquero Morga cuyo artesonado aún pervive en el cenobio, se rotuló como Santa Teresa.

Artesonado mudéjar del siglo XV en Las Teresas

Hablando de efemérides, se cumplieron 50 años en 2020 de su proclamación como primera Doctora de la Iglesia, y estos días puede verse una interesante exposición conmemorativa de la mano de Fray Juan Dobado, en el Círculo Mercantil e Industrial.

Así que, al fundarse el Barrio de Santa Teresa, en el Distrito Cerro-Amate, ese nombre “ya estaba cogido” y aun así se produjo una duplicidad, pues a la calle se suma la Plaza de Santa Teresa. La Parroquia de Santa Teresa está en la Plaza de Las Moradas, en homenaje a su importantísima obra espiritual. Como curiosidad, coexisten dos barrios contemporáneos alusivos a la Virgen del Carmen: el que está en Triana, cerca de la Vega del Guadalquivir y el que está en la Macarena, en la calle Doctor Fedriani. Y el barrio de Elcano también ha sido llamado así, por contar con la Capilla de Nuestra Señora del Carmen.

Parroquia de Santa Teresa.
Foto: Carolina Rojas

En el Barrio de Santa Teresa se sucede toda una retahíla de nombres carmelitas con que rotular las calles:

– Alonso Cepeda (1471 – 1543), cuyo nombre es Alonso Sánchez de Cepeda. Era el padre de Santa Teresa, natural de Ávila, donde falleció, tuvo comercios de tejidos en Toledo y Salamanca para después dedicarse a la explotación de tierras. Logró un reconocimiento de hidalguía pese a que su padre, Juan Sánchez de Toledo, era de origen judeoconverso.

Beatriz de Ahumada (ca. 1490 – 1528), llamada Beatriz Dávila Ahumada y de las Cuevas. Es la madre de Teresa, cuya prima en tercer grado había sido la anterior mujer de su marido. Cuando muere, su hija tiene trece o catorce años, quien le pide a la Virgen que sea su Madre desde entonces.

Lorenzo de Cepeda (1519 – 1580), el hermano más conocido de la santa y el que le sigue en edad. Al igual que el resto de hermanos, hizo carrera en América donde fue Alcalde de Quito. Tras enviudar, regresa a la península con tres hijos, entre ellos Teresita apodada La Quiteña. Siente deseos religiosos pero su hermana le hace ver que debe quedarse con sus hijos.

Rodrigo (1511 – 1557), el hermano que precedía a Teresa y compañero de juegos y ensoñaciones infantiles. Famosa es su escapada para morir mártires en tierras musulmanas. Estuvo en la fundación de Buenos Aires, cruzó Los Andes y perdido en la selva, pudo encontrarse milagrosamente con un cuerpo militar.

Santa Teresa y su hermano Rodrigo intentando construir ermitas, de Juan García de la Miranda (h. 1735)

– Julián de Ávila (1527 – 1605), sacerdote abulense, conoció a Teresa cuando preparaba la fundación del primer convento reformado, en cuya primera comunidad de carmelitas descalzas estuvo su hermana María.

Álvaro de Mendoza (¿ – 1607), hijo de los Condes de Ribadavia, título que actualmente ostenta el Duque de Segorbe, fue Obispo de Ávila. Desde su primer encuentro en el Convento de la Encarnación, la admiró y defendió, ayudando espiritual y económicamente a la primitiva comunidad.– Francisco Salcedo (¿ – 1580), personaje de gran influencia en su doble vertiente de familiar y guía espiritual. Estuvo casado con una prima de su tía, enviudado, se refugió en la lectura de libros espirituales, afición que le pasó cuando ella se hospedó en su casa convaleciente, lo que nos recuerda la hagiografía de San Ignacio de Loyola. Se ordena sacerdote y asesora a Teresa en su discernimiento espiritual.

María Briceño, maestra de la joven Teresa, pupila en la escuela del convento de Santa María de Gracia, de Ávila, regentado por agustinas. Ella le despertó la primera vocación religiosa.

Éboli (1540 – 1592), la famosa y tuerta Princesa de Éboli, nacida como Ana de Mendoza y de la Cerda, emparentada con los Medinaceli. Fundó dos conventos de la reforma carmelita, pero su entrometimiento provocó conflictos con Santa Teresa de Jesús. Llegó a publicar una biografía malintencionada que aceleró el proceso inquisitorial contra Teresa. Su relación con la misma era una forma de superar a María de Enríquez de Toledo y Guzmán, esposa del III Duque de Alba.

Santa Teresa de Jesús da el hábito a Juan Narduch (Fray Juan de la Miseria) y Mariano Azzaro, Anónimo. Detalle. En la esquina inferior derecha están los Príncipes de Éboli.

 – Guiomar de Ulloa (ca. 1529 – ¿), dama abulense, vivía despreocupada y rodeada de lujos pero con familiares y amistades religiosas, lo que cambió su vida. Ayudó económicamente al primer convento de la reforma y compartió en su palacio muchos momentos de oración con la santa. Quiso ingresar en el convento pero la salud se lo impidió por lo que pasó los últimos años de su vida haciendo vida religiosa en palacio.   

La Cena Mística entre Cristo, Santa Teresa, San Pedo de Alcántara y Doña Guiomar de Ulloa, de Gaspar Muñoz de Salazar.

Luisa de la Cerda (¿ – 1596), también de la familia de los Medinaceli – prima de la Éboli –, tras enviudar, cayó en un estado de tristeza que le llevó a llamar a la ya popular Teresa de Ahumada del Convento de la Encarnación, de quien sería bienhechora y amiga. Respecto a Sevilla, la santa le mandaba los confites que llegaban de Indias.

San José de Ávila (1562), hace referencia al primer convento, de los quince fundados por Santa Teresa de Jesús, siendo el sevillano el undécimo.

Convento San José de Ávila

Ana de Jesús (1545- 1621), cuyo nombre era Ana de Lobera Torres, una de las más fieles colaboradoras de Santa Teresa, con quien compartió celda, lo que le hizo gran conocedora de sus escritos. Priora en Beas donde ve a la santa por última vez. Funda conventos en Francia y Bélgica.

Ana de San Bartolomé (1549 – 1622), nacida Ana García Manzanas, de familia pobre, fue la primera lega de la reforma. El cariño que le profesó la santa y su buen hacer, la elevaron a ocupar el cargo de secretaria y acompañarla en sus correrías fundacionales. Fue beatificada y su festividad es el 7 de junio.

– Isabel de Jesús (1537 – 1623), más conocida como Isabel de Santo Domingo, considerada una de sus más aventajadas discípulas. Fue priora de San José de Ávila y participó en el proceso de canonización, que logró ver.

 – Teresita (1566 – 1610), es la sobrina de Teresa que hemos mencionado pues profesó en nuestro convento, donde se conserva otro retrato suyo de Fray Juan de la Miseria, a la edad de diez años. Teresa de Jesús heredó el nombre de su abuela Teresa de la Cueva, en una época donde no existía ninguna santa con ese nombre. Asistió a su tía en su muerte y testificó en el proceso de canonización un día antes de morir.         

San Juan de la Cruz (1542 – 1591), quien lleva a cabo la reforma en la rama masculina. Ambos constituyen la cumbre del Misticismo y la Poesía religiosa. Mantuvo numerosos pleitos con carmelitas calzados lo que motivó su encarcelamiento y hasta su cadáver fue mutilado pues no está en Úbeda, donde muere, sino en Segovia.

Alba de Tormes (1571), mediando en número y años de las fundaciones de la inquieta andariega, es el octavo cenobio, donde muere y se conserva su sepultura que acoge brazo izquierdo y corazón. Además es el origen del Ducado de Alba, tan relacionado con la santa y su familia pues Juan de Ovalle, marido de su hermana Juana era contador de la casa. Las tres Duquesas de Alba que ha habido llevan su nombre.

Sepulcro en Alba de Tormes.

Duruelo (1598), localidad abulense donde se establece la primera comunidad de carmelitas descalzos, hasta su traslado a Mancera en 1570 para asentarse definitivamente en Ávila, en 1600.

Mancera (1570) municipio abulense cuyo nombre completo es Mancera de Abajo, donde se le atribuyen tres milagros y estuvo su cuerpo en el traslado Ávila-Alba, en 1586, por instancia del cuarto duque.

Medina del Campo (1567), en Valladolid, segunda fundación y donde San Juan de la Cruz conoce a Santa Teresa de Jesús.

Pastrana (1569), lugar guadalajareño de las fundaciones de la Princesa de Éboli que al enviudar no tuvo otra ocurrencia que meterse a monja con todas sus dueñas y criadas, sin hacer vida de monja. Como Santa Teresa no podía disuadirla de su marcha, indicó a sus monjas que abandonaran el convento, por eso no cuenta en el número de fundaciones. En el masculino, San Juan de la Cruz fue maestro de novicios.

– Virgen de Soterraña, (8 de septiembre) Patrona de Ávila. Cuentan que la santa se descalzó ante esta talla románica, encontrada en un subterráneo, de ahí el nombre, como paso definitivo que daba en el Carmelo.

– Pedro Poveda (1874 – 1936), canonizado en 2003, junto con Santa Ángela de la Cruz, sacerdote jienense que fundó la Institución Teresiana, dedicada a la formación cristiana de profesores y a la educación en general. De ella formó parte la sevillana Beata Victoria Díez, que bien merece calle que aún no tiene en Sevilla.

Primer milagro de Santa Teresa de Jesús, Luis Madrazo (1855), Museo del Prado. Resurrección de su sobrino Gonzalo Ovalle.     

La biografía de Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582) es honda en personajes con los que trató, sin barrera de sexo, edad, posición social y lugar geográfico. Pero llama la atención ausencias notables en el callejero como Beas de Segura, primera fundación andaluza, el Padre Jerónimo Gracián que tanto la ayudó allí y quien la convenció para que viniera a Sevilla, y Sor María de San José, primera priora de Las Teresas.

Sí existe la calle Ávila, en Bellavista, y la calle Carmen, a secas, está en la trasera del Convento Casa Grande del Carmen de la calle Baños.

Ahora en vida y con tiempo, debiera dedicársele una calle a Concha Velasco, que la interpretó magistralmente y quien dio vida a la sevillana Palmira Gadea, el personaje de Antonio Gala.