El Otro motín de la calle Feria

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Grabado de Genaro Pérez de Villaamil (1842)

Por Virginia López.

Ocurrió por las mismas causas, en el mismo lugar y hasta en el mismo mes. Y tan solo 131 años separan los dos famosos Motines de la calle Feria.

Si el pasado 8 de mayo conmemorábamos los 500 años del Motín del Pendón Verde, hoy 22 de mayo se cumplen 369 años de otro estallido de trasfondo social por carestías de la población, abrumada con tantos impuestos y sin vislumbrar destellos de mejora.

Este motín se conoce como Motín de la calle Feria y el anterior por el específico nombre de Motín del Pendón Verde. Quizá sea la única diferencia, más allá de la cronológica y es que el de 1521 se hizo famoso por enarbolar un pendón de ese color y de origen andalusí que es la base de nuestra bandera andaluza.

Si el hambre azotaba esos días de mayo de 1521, también lo hacía en mayo de 1652 pero quizá con mayor crudeza.Tres años habían pasado de la terrible epidemia de 1649 cuyo impacto fue brutal en la demografía local al morir la mitad de la población. Eso tuvo inmediatos efectos en la falta de brazos en los campos. A su vez, las consabidas alzas de impuestos reales se simultaneaban con menguados arribos del oro indiano. Subieron los impuestos sobre los productos de primera necesidad y la falta de trigo unida a su precio exorbitante obligó a los mercaderes a importarlo, sin que llegara a amplias capas de la población.         

Domínguez Ortiz estipuló que la revuelta de 1521 era uno más de otros tantos pequeños y habituales levantamientos demandando pan pero que no fueron más allá. Éste de 1652 también se diferencia de ir precedido de revueltas similares en otras localidades, cuyo origen radicaba en una sucesión de tensiones del gobierno central en la década anterior: separación de Portugal, revuelta de Cataluña, conspiración del Duque de Medina Sidonia en Andalucía… provocando la caída del Conde-Duque de Olivares en el año 1643. A raíz de esos problemas internos y de los externos con las infinitas guerras europeas que eran sangría permanente de dineros y hombres – en esos años transcurría la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) – en un efecto dominó, se sucedieron movimientos secesionistas en Sicilia, Aragón y motines como reflejo de manifestaciones del malestar popular. En 1647 hubo graves disturbios en Alhama, Lucena y Ardales, al año siguiente en Granada y luego en Córdoba, que fue el detonante del nuestro como veremos. El de Sevilla parece ser el más virulento de cuanto acontecieron.

Otra diferencia con el de 1521 es la información que nos ha llegado. Del primero nos llegan breves retazos a veces entremezclados con referencias legendarias, particularmente en todo lo que rodea al famoso pendón verde que no se sabe qué hacía en la Iglesia de Omniun Sanctorum ni de qué batalla de Al Andalus se la apoderaron los cristianos como botín.

En cambio del Motín de la Feria de 1652 hay varias fuentes documentales, destacando el manuscrito “Tratado verdadero del Motín que hubo en la ciudad de Sevilla este año de 1652” de José Maldonado Dávila y Saavedra, fechado en julio de ese mismo año y que se conserva en el Archivo Histórico Provincial.

Libro de Maldonado

El AHPSE tiene la excelente iniciativa de exponer cada mes un documento y éste se mostró en marzo de 2018. Su visión de los hechos podemos leerla en este fragmento:

El milagro tan continuado que Dios N. S. estuvo obrando en esta ciudad todo el tiempo que duró este suceso, sólo lo puede afirmar el que visiblemente se halló en ella. Porque mirado por de fuera parece, según la brevedad con que se apagó esta llamarada, no fue cosa de consideración; mas el que se halló en ella reconoció la ruina que amenazaba; el horror que causó la vista; ver perdidos los estribos del discurso en los Ministros del Gobierno, supeditados y oprimidos de la poderosa y desenfrenada plebe en sus principios; la nobleza y ciudadanos afligidos; las religiosas temerosas de ser violados sus sagrarios…

Aparece en otras fuentes documentales como los famosos Anales de Ortiz de Zúñiga, el cual tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos, si bien no fue testigo directo quizá, sí lo fue su entorno y tomó información del mismo de primera mano. Al ser mayor la información abunda la historiografía al respecto, donde destaco el desconocido opúsculo Alteraciones andaluzas, de Domínguez Ortiz, cuyo nombre se acuñó en la historiografía para denominar a las revueltas sociales andaluzas que hubo entre 1647 y 1652. Y yo tengo en mi biblioteca de temas sevillanos un curioso y muy desconocido librito titulado“Diario exacto de la sublevación de alguna plebe de la parroquia de Omnium Sanctorum vulgarmente llamado el barrio de la Feria de la M.N y M.L. ciudad de Sevilla: cometida el miércoles 22 de mayo de 1652”, obra anónima, con prólogo de Francisco Cárdenas, de la Imprenta Álvarez (1841). Hasta Carlos Ros (qepd) le dedicó un capítulo de su Desde el balcón de la Giralda.

         El 6 de mayo del año 1652 muere un muchacho en el cordobés barrio de San Lorenzo y la población impelida por el hambre y el sufrimiento sale a las calles pidiendo pan. Por eso, este motín es conocido como el Motín del Pan o Motín del Hambre.

Las noticias llegarán a Sevilla donde comerciantes foráneos espolean a los de aquí a hacer otro tanto. Será en la calle Feria donde se reúnan grupos de descontentos, sumándose cada vez más gente e incluso de barrios alejados, aunque igual de depauperados. Amenazan con levantamientos al Consejo de Castilla para que reparta el trigo almacenado en la Alhóndiga y dada su pasividad, con las claras del miércoles día 22 en la plaza de la Feria empezó el motín.

Según Maldonado estalla cuando Isidro de Torres y Francisco Hurtado, oficiales tejedores de sedas, comienzan una disputa con un panadero por el precio del pan que estaba a 6 reales por hogaza cuando unos 6 reales era el salario de un trabajador. Isidro terminó tirando el pan al suelo y gritando

¡Viva el rey y muera el mal gobierno!,

La gente se arremolina vociferando en torno a los puestos del mercado con el liderazgo de estos dos cabecillas del motín.

Posteriormente la gente asaltará la Armería de la Alhóndiga y se dedica a asaltar importantes casas para llevarse su trigo además de toda arma que se encontraran, además de las tiendas de armamentos.

Marcharon las gentes al Alcázar ante lo cual el Asistente, Pedro Luis de Zúñiga y Enríquez, IV Marqués de Aguilafuente, se escapó a caballo por la Puerta de la Carne. Con semejante cobardía, se entiende que de estos sucesos apenas queden registros en las Actas Capitulares del Cabildo Municipal.

Pese a la requisa de armas, no hubo que lamentar muchas muertes, pareciera que los propios amotinados no supieran qué hacer con ellas o desistieran de emplearlas. Pasado el motín, para impedir que volviera a repetirse esta situación, se ordenó trasladar a la Torre del Oro, la artillería. Y por supuesto destaca la práctica ausencia de autoridad. Con el Asistente huido, apenas hay reacciones.

Hasta que el Veinticuatro Martín de Ulloa organiza la defensa del motín en los soportales del Convento de Santa Paula donde se formaron los cuerpos de guardia.

Se entablan contactos con los sublevados ofreciéndoles bajada de precios y promesas de abastecer debidamente la ciudad pero los sublevados exigen la abolición de los tributos más onerosos – alcabalas y millones entre otros – la bajada de la moneda y del papel sellado. A estas peticiones acceden las autoridades, no así a la liberación de presos por resellado de la moneda. Los sublevados los acaban liberando el 23 de mayo. Se nombra a Juan de Villacís, Caballero de la Orden de Calatrava, Gobernador de la Feria y logra que algunos depongan las armas y acepten el perdón del Arzobispo Domingo Pimentel de Zúñiga.

Los renegados a rendirse alegan el sábado 25 que no lo harán hasta que no viniese el perdón real, pero “con letras gordas de oro” decían.

En la mañana del domingo 26 las autoridades deciden acabar con los que quedan en un ataque sorpresa al amanecer que no encontró oposición. Los amotinados optan por huir por el río y perecieron ahogados la mayoría, un centenar. Se apresó a algunos cabecillas que fueron colgados, entre ellos el líder Francisco Hurtado, cuya cabeza decapitada permaneció colgada en la Feria durante veinte días.

Así acabó todo.

El perdón real llegó el 12 de junio. Era una amnistía general excepto para los que antes del motín causas pendientes con la justicia y a los que habían inducido a la plebe a cometer desmanes contra personas y bienes. Total: 57 hombres. También concedió la exención de algunos impuestos, unos pocos. Los más beneficiados fueron los hombres leales a la Corona y a la ciudad, con un aluvión de peticiones de recompensas, principalmente hábitos de las Órdenes Militares, distinción muy codiciada al ser garantía de nobleza y limpieza de sangre – qué se lo digan a Diego Velázquez – pero también muy pocos obtuvieron alguna prebenda real.

Ni qué decir que se nombró un nuevo Asistente. El 24 de junio se estrenaba Pedro Hurtado Zamora en el cargo.


Así era la calle Feria en el Plano de Olavide (1771). La Plaza de la Feria era el mercado y la calle Ancha de la Feria iba de Omnium Santorum a Montesión pues hasta Resolana se llamaba Linos.