Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Dedicado a todos los que tuvieron, tienen o tendrán una niña.
La mayoría de las veces me ahogaría con tal de no escucharla…las demás veces escucharla es mi único salvavidas.
Dice el calendario que mi niña cumple siete años, el calendario no tiene ni idea, mi niña no cumple años…los cumplo yo.
Los que tenemos niñas aprendemos de todo en poco tiempo; las muñecas existen, el rosa es precioso y combina con todo, las lágrimas pueden aparecer en cualquier momento e irse hasta antes de aparecer.
Ella, mi niña, que es “Premio Nacional de teatro” cada cuarto de hora me trae y me lleva como barquita a la deriva de sus deseos…y yo me dejo, cómo no me voy a dejar si es la única que con lo torpe que soy me da lecciones magistrales a cada momento.
Mi niña es un pedazo de San Lorenzo, un trocito de la Ría, un rinconcito en el balcón donde se ve la primera Cruz de Guía, el primer azahar, el primer buche de vino… el primer beso y el último suspiro.
Las velas que sopla mi niña en cada cumpleaños son las mismas que llevan a mi barca a buen puerto…y es que la marea baja exclusivamente para que mi niña me mire desde la orilla y me brinde una sonrisa inmerecida.
Después de cien “NO” mi niña se saca de la chistera un sonrisita y me gana el pulso…pulso que jamás tengo pensado ganar, ni siquiera empatar.
Aún me acuerdo cuando empezó todo, bueno en verdad los niños son un eterno volver a empezar, un eterno volver a la línea de salida quieras o no quieras.
Yo siempre tendré algo pendiente con mi niña…hasta que sin quererlo llegue el día que me quede eternamente sentado viendo como mi niña se acuerda de mí cuando escuche alguna tontería que le haga descorchar sin querer una sonrisita.
“Papá no hagas tantas tonterías cuando me dejas en el cole que mis compañeras se ríen de ti”…y yo me siento el hombre más afortunado de la historia
Eres único, primo. Maravillosa reflexión