Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Los viernes siempre han sido de tu barrio, de ese barrio que llevas contigo allá donde estés.
Las placitas, los bares, la gente, los uniformes de los colegios, los negocios, las abuelas, los carritos que van a comprar, todo, absolutamente todo tiene una alegría diferente los viernes.
Los quillos y las quillas se rozan, o al menos lo intentan, aún más los viernes.
Los viernes tienen esa capacidad de hacer que vuelvas a descubrir tu barrio semana tras semana…son como el dedo de Cristóbal Colón señalándote el sitio a descubrir. Son esa rutina de no mirar el reloj y mirar los momentos.
Todo lo que te aprietan entre semana en el trabajo te lo alivia tu barrio en cinco minutos un viernes por la tarde. La soga de Judas se desvanece tan solo con pasar por la puerta de la Parroquia y desearle «feliz finde» a tu Vecino.
Las barras de los bares tienen un compás diferente los viernes, un compás de varias penúltimas antes de pedir un par de ellas más. Hasta las miradas que se cruzan un viernes son más íntimas y menos impersonales.
Tu barrio un viernes por la tarde es capaz de transformarlo todo, hasta el tono del teléfono suena diferente, suena a «¡Cógeme cojones que es para algo bueno!«. ¿A que sí?
La felicidad radica en vivir todos los días como si fueran viernes…y si ya es Viernes Santo ni te cuento.
Ojala hoy sea el viernes más feliz de tu vida…y si no es el más feliz al menos que sea el segundo.