Fauna Urbana Hispalense (I Parte)

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Por Virginia López.

Desde remotos tiempos prehistóricos, la simbología se nutre de los animales, antropomorfizándolos, formando parte de la iconografía artística e incluso del atrezzo urbano.

Sevilla es ejemplo de ello y hay que estar muy al ojo avizor para percatarse de la fauna urbana hispalense que nos sale al paso. He seleccionado 10 pintorescos ejemplos, algunos muy conocidos y otros que pasan desapercibidos, añadiéndoles alguna que otra reminiscencia:

  1. PATO
Pila del Pato

Los patos despiertan nuestro entusiasmo infantil cuando nos empeñamos en alimentarlos en el Parque de María Luisa y lo romantizamos de adultos al son del trovador de Sevilla.

En la pila del pato, miarma, te’e conocío.

La pila del pato es como se conoce a la fuente más famosa de Sevilla. Un pato hace de surtidor en esta sencilla fuente que acabó en la Plaza de San Leandro – rebautizada como Plaza de la Pila del Pato – después de pasar por la Alameda, la Plaza de San Francisco y la avenida de Menéndez Pelayo. Por eso dicen que es la fuente más viajera de Sevilla. Con su sobria morfología puede compadecerse con una de las fuentes que colocaron en la Alameda de Hércules al crearse en el año 1574.

Un lugar muy cofrade, de recogida de aquellas hermandades alfalfareñas, que dejan una bonita y nostálgica estampa al pasar por el frondoso laurel de indias, la pila del pato y las angélicas voces de las agustinas que cantan desde su Convento de San Leandro.

Hablando de aves, unas perdices lleva en la mano San Nicolás de Tolentino, protomártir agustino, cuya imagen vemos en el retablo de Ribas de este mismo convento. Forma parte de su iconografía por el milagro postrero, postrado en cama, que hizo. Seguro que salieron de la cazuela de las codornices de Casa Ruperto.

Y ni el mismísimo Walt Disney consiguió que la Cafetería Donald cambiara de nombre.

  • ÁGUILA
Águila en la calle águilas

Da nombre al barrio – donde nunca hubo –, a la calle, es patrona de la vecina Alcalá de Guadaira. Las águilas sanjuanistas se confunden con las franquistas pero no con las capillitas de senatus y Pilatos macareno. Sobrecogen las negras imperiales de la antigua iglesia de los Jesuitas. Y pasa desapercibida la de la Unión y el Fénix.

Sin duda las más famosas son la pareja que custodia la balconada de la Casa del Conde del Águila. Darán nombre a la calle desde el siglo XVIII – la casona es de un siglo anterior – desplazando los nombres de Calabazas, del Infierno, Monjas de Santa María de Jesús y Don Francisco Melgarejo.

  • BACALAO
El antiguo Bacalao de la calle Argote de Molina

Sin él no se entiende nuestra Semana Santa. Su presencia delata el cambio gastronómico cuaresmal y aunque Ultramarinos El Bacalao dejó de existir hace décadas, recientemente el Ayuntamiento tuvo a bien colocar en esa emblemática esquina, frente al Flatiron de Placentines, una réplica de nuestro querido pescado, faro vigía más eficaz que los ciriales para anunciarnos que allí los costaleros tienen trabajo. Mil gracias a los muchos que atendieron mi petición sobre el término cofrade. Que no es un lugar cualquiera, que es la Cuesta del Bacalao, sobrenombre cofrade de la calle Argote de Molina, que tiene una mijita de pendiente. Hay quien cuenta los años por rampas del Salvador.

Precisamente en el número 4 de Argote de Molina acaba otra procesión, ésta civil, la del antiguo cardo romano. Si echas a andar desde ahí, no paras hasta el Hospital de San Lázaro en una vía continua que no se corta.

Y como la cosa va de comer, los estandartes de las hermandades nos lo recuerdan en su silueta y así lo llamamos, bacalao.

  • CARACOL
El Caracol de Puente y Pellón

Coloraron un caracol en la confluencia de las calles Puente y Pellón y Lagar. ¿Me equivoco si pienso que cambiaron los rótulos contiguos de Puente y Pellón y Lineros porque habría gente que no supiera donde empezaban y acababan cada una? A mí, precisamente, me encantaba verlos así, contiguos.

Se trata de una escultura en bronce de Chiqui Díaz que estuvo en la exposición Arte animalista en el Mediterráneo de la Feria del Libro de 2008.

Fijaos en las farolas de esas calles, que son de las llamadas tipos de caracol.

Ya pasó la temporada de caracoles en Sevilla, una ruta de bares muy conocida que va del Pumarejo a Triana y este año se ha celebrado la segunda edición de Caracolia. La hemeroteca me sopla que la Hermandad del Sol quiso en 2010 realizar la Vuelta del Caracol que es como se conoce la tradición en Viernes Santo de la Hermandad de la Soledad de Olivares, de soltarse la cola de la túnica y procesionar arrastrándola en señal de luto por el Señor. En realidad esta hermandad es la única que la mantiene pues se perdió en Sevilla a finales del siglo XIX.

Caracol, en el cante; Caracolillo, en el baile. Y con su caracolillo en la frente quiso ser enterrada Estrellita Castro.

  1. PAJARITO
Imagen del Pajarito en la fachada de la Iglesia de San Pedro

Así, en minúscula, como nuestros gorrioncillos. Pajarito de San Pedro, calle y barrio Pajaritos, pajaritos en el mosaico emblema del Antiquarium que se dan un piquito.

Abandonada está la Torre de los Pájaros, un surtidor de 4 metros donde solo bebieran ellos, obra de Ettore Spalletti para la Expo`92.

Los colegios públicos más antiguos de Sevilla lucen en su fachada la advertencia a los niños de no ser crueles con los pájaros. También la vemos en el espacio que Sevilla les reserva: La Isla de los Pájaros, también conocida como Isleta de los Patos.

  • GALLO
Veleta con gallo en el Callejón del Agua

Cuando me mudé a Santa Catalina en 2001 oía cantar un gallo. Nunca supe donde vivía y cuando me di cuenta ya hacía tiempo que no lo oía.

En Sevilla los gallos están en las veletas, como las de la Iglesia de San José, San Roque y la Capilla de Santa Ana del Monasterio de la Cartuja. Algún particular tendrá la suya, yo la vi en el Callejón del Agua. Eso sí, hay que girarse para verla, pese a estar en uno de los rincones más instagrameables de Sevilla.

No tan famoso como el Gallo de Morón o el Gallo portugués de Barcelos, en la Casa de Pilatos vemos enrejada una pintura de gallo situada en una hornacina que custodia las cenizas del mismísimo gallo que cantó – una vez – tras la triple negación de San Pedro.  Escena evangélica que vemos en el misterio del Carmen Doloroso.