Por Avanti. Contador de Pamplinas.

Todo empezó cuando vi un garbanzo negro nadando sin manguitos y sin respetar la distancia de seguridad en mi plato de puchero.

“Guapo durante una semana”. En mi cerebro, bueno, en lo poco que queda operativo de él, saltó esta frase como saltan los camarones en los canastos de las puertas del mercado del Carmen.

Mi Tía Mari jamás pisó un paritorio y aun así tuvo tantos hijos y sobrinos como quiso. Es esa isla de esperanza que encuentran los náufragos cuando creen que ya todo está perdido, es eso mismo, el mástil donde ondean los recuerdos que jamás queremos olvidar.

Ella, mi Tía Mari, siempre aparece cuando menos me lo espero. Se sienta, me mira y sonrío. Tiene gracia, mucha gracia, tanta gracia que hace que descorches medias sonrisitas tan solo con escucharla subir las escaleras.

Qué curioso, jamás la escuche hablar de dinero y aun así creo que ha sido la mujer que mejor ha invertido en patrimonio…En Patrimonio Humano quiero decir, que es el que de verdad importa.

            Triunfar en la vida es lo que hizo ella, que pasa de generación en generación dando saltitos de optimismo con su retahíla de frases choqueras antológicas.

Qué simple es ser feliz, tan solo tienes que comerte ese garbanzo negro.

Es comértelo y tirar de golpe al contenedor del tiempo veinte almanaques para sentirte el hombre más afortunado del mundo. Afortunado  porque serás guapo durante una semana…y durante toda una vida tendrás un motivo por el que sonreír.

Todos deberíamos tener una Tía Mari en la vida, y saber que la mejor inversión y herencia que puedes dejar es que te recuerden con una sonrisa.