Juan Espadas: ¿la última esperanza?

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Por José Muñoz Almonte. Jubilado.

Que el ninguneo al que ha sido sometida Sevilla por las distintas administraciones, y en especial por la Junta, desde la Expo 92, es algo tan evidente y contrastable que nadie, con un mínimo de información, puede negar. Ya el profesor Clavero advirtió de ese peligro recordando el antecedente de la escasez presupuestaria sobrevenida tras las inversiones del 29. Escasez considerada lógica en años posteriores e inmediatos a aquél evento, pero del todo punto injustificada su amplia duración de más de medio siglo.

Hace 27 años que terminó la Expo 92. Siempre se ha dicho que la ciudad no puede seguir avanzando a golpes de acontecimientos extraordinarios como lo ha venido haciendo en el pasado. Urge romper esa dinámica que solo acarrea periodos como el que estamos sufriendo, con la incomprensión añadida de los que siempre creerán, y así lo dicen todavía, que ya tuvimos suficientes privilegios. Muchas de las obras que entonces se hicieron, no fueron más que las necesarias para adecuar la ciudad a su tiempo tras demasiados años de abandono y deterioro. No debemos seguir pagando por aquella modernización -en gran parte, hoy obsoleta- que otras ciudades obtuvieron sin necesidad de provocar los recelos y agravios que nos han ido adjudicando sin la menor razón. Va siendo hora de que esa sociedad civil, que parece despertar en la ciudad, se ponga manos a la obra, empezando por deshacer ese gran malentendido foráneo que confunde la paciencia del ciudadano, con la indiferencia y dejadez del inevitable tópico del que, por otra parte y por qué no decirlo, nunca nos hemos sabido desprender.

Siendo sinceros, y aún reconociendo nuestra parte de culpabilidad, no es menos cierto que, desde la Transición, no hemos tenido suerte con nuestros alcaldes. No hemos visto, como se ha visto en otros sitios, a ninguno que, independientemente de su ideología, haya sabido poner los intereses de la ciudad por encima de los suyos o los de su propio partido. No hace falta dar nombres; están en la mente de todos. De ahí que muchas miradas estén ahora pendiente en el recién reelegido Juan Espadas. Su fama contrastada de buen gestor, así como su conocimiento de los entresijos de la política autonómica y estatal, lejos del sectarismo maniqueísta al uso, le hacen depositario de la esperanza de muchos ciudadanos que han visto en él la oportunidad de cambiar, por fin, el signo del futuro inmediato de la ciudad.

Los puntos de encuentro con la plataforma “Sevilla ya” dan motivo para un optimismo mucho tiempo desaparecido en nuestro entorno. El metro ya no es un lujo para Sevilla; es una necesidad, aunque solo fuera por reducir el tráfico y disminuir esa contaminación que tanto preocupa. También es una necesidad la S-40 o la conexión del aeropuerto, que ahora despega, con Santa Justa, o como tanta infraestructura, imprescindible para el desarrollo normal de una ciudad que, olvidada y harta de promesas incumplidas, solo pide lo que en justicia le corresponde.

Espadas tiene la palabra y también los votos esperanzados de quienes se los han dado solo por la credibilidad y la altura de miras que ha sabido transmitir. ¿Será la última esperanza que nos queda?. El tiempo lo dirá.

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