Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Llega un momento en la vida en la que te quitas el mono de faena, guardas la nevera del bocadillo y empiezas a tomarte la vida como si ya hubieras visto la película.
Jubilarse lo llaman…entrar en el júbilo lo llamo yo.
No te pongas nervioso que a mí me queda aún media vida para decirle adiós con la manita al despertador, yo me refiero a esa jubilación anticipada a lo que nos ponen el nudo en la garganta.
Diariamente deberíamos de jubilarnos de sitios que nos asfixian, de personas que restan más que suman, de recuerdos que nos pichan el salvavidas. Deberíamos de jubilarnos diariamente de esas cosas que están ahí y que estamos deseando que estén allí.
Me jubilo del negativismo ilustrado del personal, del “ya verás la de problemas que vas a tener con eso”, del “seguro que está cerrado”…Engayaome, pues si está cerrado me vuelvo y ya está.
Ponerle por lo alto una sábana de mudanzas y colgarle el letrerito de “quién lo quiera pá él” a esas sensaciones que no nos dejan ser nosotros mismos.
Jubilarse de los que no queremos como pareja de tramo en nuestra vida diaria, jubilarnos sin miedo, como si nos lo hubiera recetado el médico.
Jubilarse como forma de resistencia.
Enhorabuena por esa jubilación diaria de lo que sabes que ni aporta ni merece la pena.