La calle San José

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Por Virginia López.

En 2021 se celebra el Año de San José conmemorando que hace 150 años fue proclamado Patrono de la Iglesia.

Si dejáramos caer el nombre de San José entre los sevillanos intuyo que les viene a la cabeza escenas de Belenes o quizá la barroquísima Capillita de San José. Tirando a lo cofrade hay quien recordará la Hermandad de San José Obrero.

San José no deja de ser una figura popular, sobre todo porque en su día, festivo hasta hace casi veinticinco años, se celebra el Día del Padre, que pese a los infundados detractores que alegan no-se-qué de invento comercial, es una fiesta muy celebrada, con mucho cariño hacia nuestros queridos progenitores presentes o ausentes.

En Sevilla tenemos una Parroquia de San José Obrero, una Capilla de San José, de Capuchinos, un Convento de San José, de las Mercedarias Descalzas, otro convento de San José del Carmen, de Carmelitas descalzas, conocido popularmente por Las Teresas, una iglesia llamada del Señor San José y una parroquia denominada San José y Santa María en Sevilla Este. Una barrio en Palmete. Y una calle dedicada.      

Pero les pongo a prueba si les pregunto por la calle San José. ¿Les suena? ¿La sitúan o son capaces de llegar a ella sin el Google Maps? Me atrevo a asegurar que les he pillado, e incluso de que si estuvieran en ella caerían en la cuenta de que han transitado por ahí pero que no la relacionan con su nombre o más bien, la confunden con otro.


Las cuatro esquinas de San José

La Capillita de San José no se encuentra en la calle San José sino en Jovellanos, la que va de Sierpes a Tetuán. Pero en la esquina mirando a Sierpes y a Sagasta se conserva un doble rótulo con el nombre de Las cuatro esquinas de San José, en ambas caras del inmueble junto a los balcones.

Cuando pienso en la calle San José y cuando la recorro felizmente cuesta abajo sin pedalear, me pongo flamenca y me inspira una bulería: “Calle de San José que es larga y serena, tiene dos iglesias y dos conventos y muy buenos palacios, que sin merecerlos y bien merecíos…”Y como en toda copla, me he permitido una licencia excediéndome en el número de iglesias.

 Vamos a recorrer la calle San José viniendo de la Alfalfa. Que aquí está el quid de la cuestión. En saber dónde arranca, porque tampoco se sabe bien dónde acaba, de ahí su desconocimiento.

Cangrejeamos y nos situamos es ese quimérico cruce de calles que nos da a elegir entre Cabeza del Rey Don Pedro, Candilejo, Augusto Plasencia, Corral del Rey, donde vivió Murillo hasta en tres casas, Muñoz y Pabón o Almirante Hoyos. Cogemos la del canónigo y escritor Muñoz y Pabón, cuya pluma de oro podemos contemplar en el Museo de la Macarena – ¿qué aún no lo conocen! – y nos percatamos de que estamos en la zona más antigua de Sevilla, que dejamos esa meseta que es la calle Cabeza del Rey Don Pedro para adentrarnos en una cuesta, que la del Rosario no es la única. Estamos cerca de la calle Aire, en cuya cota se emplaza la Sevilla turdetana y la abundancia de casas palacios nos delata que aquí no se sufrían las inundaciones. Yo sí sufro con mi Tourmalet hispalense.

         La calle Muñoz y Pabón desemboca en la plaza Ramón Ybarra Llosent pero continúa un minúsculo tramo. La plaza se dedicó al empresario y cofrade, frente a la Iglesia de San Nicolás donde radica su Hermandad de la Candelaria, un Martes Santo de 2007. A esta moderna plazuela desemboca la calle Mármoles, que en Sevilla llamamos así a las columnas o marmolillos, no por tamaño sino por cariño. Me apropio de ese latiguillo de las redes sociales y ¿me respondes que ahora si te pregunto a qué edad te enteraste que a las tres famosas columnas romanas se accede antes desde la Alfalfa que desde la catedral, recorrido habitual?

Edificio de Aníbal González en la calle San José

La calle Muñoz y Pabón termina junto a la otra puerta de San Nicolás en un espacio difuso que se ha rotulado como Plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la Candelaria, donde desembocan las calles Vírgenes y Conde de Ybarra, el patriarca de la saga y famoso concejal vasco que nos legó la Feria de Abril al alimón con el catalán Narciso Bonaplata.

Y ahí empieza la calle San José.

El rótulo callejero viene a nuestro encuentro y no puede estar mejor colocado que en ese Flatiron regionalista que nos brindó Aníbal González de triangular balconada. Edificio ruinoso presto a desaparecer bajo la piqueta, revivido, o redimido, como apartamento turístico. Eso sí el cartel de casa palacio es más falso que Judas.

A nuestra derecha el Convento de Madre de Dios y a nuestra izquierda una elegante sucesión de casas palacios, solo superada en número por metros cuadrados en la acera par de Castellar.         

Llegamos al cruce de la empinada calle Madre de Dios desde donde se ve el gallo de San José, con la calle Levíes, nostálgica referencia a la aljama. Estamos a escasos pasos del corazón de la primitiva y auténtica Judería sevillana.


Un gallo en la veleta de la torre del antiguo convento mercedario de San José

A la izquierda queda la Iglesia del Señor San José frente a una hilera de anodinas casas algunas de aire decimonónico con estrechas aceras que no invitan a la contemplación, pero a la callecita Farnesio deben mirar sí o sí. A continuación, está el Hotel Fernando III y al otro lado el Hotel Alfonso X.

El antes y el después de la calle San José

Y de repente ya no estamos en la calle San José, estamos en Santa María la Blanca, nombre que se usa para referirse a todo lo que hemos recorrido y visto.

En el año 1673 los mercedarios descalzos fundan el Convento de San José. Del convento nada queda y la iglesia es administrada por la Prelatura del Opus Dei desde 1967. Única iglesia en Sevilla capital donde hay misas en inglés desde hace décadas

Iglesia del Señor San José

Así que primero fue el convento y luego la calle. Antes no tenía un nombre concreto, sino que los sevillanos se referían a la misma como San Nicolás, Ancha de Madre de Dios o Santa María la Blanca, según el tramo. Desde 1875 se conoce como San José. Hay referencias en 1267 de llamar Cabeza de Malos al espacio delantero de San Nicolás. Es el trecho de Santa María la Blanca el que tuvo denominaciones con reminiscencias árabe-hebraicas por estar allí la Puerta de la Carne.

 Una calle larga y rectilínea que siempre tuvo función de entrada al casco histórico. Con un pasado esplendoroso de conventos y familias bien situadas cuyas hijas profesaban de dominicas en Madre de Dios como la sobrina de Justino de Neve y la hija de su amigo Murillo. Antaño tuvo una animada vida comercial en torno al Monte de Piedad, donde luego estuvo la central bancaria que muchos recordarán y les hará situar la calle San José. En ese lugar vivió Cervantes según consta en un documento de petición de vecindad. Ahora solo tenemos el recorrido de la Candelaria, pero antaño las monjas de Madre de Dios procesionaban en el Corpus y el Cristo de San Agustín en su tradicional rogativa. También queda el infausto recuerdo del derrumbe del Colegio del Santo Ángel en 1966.

Tras la irregular fachada de San Nicolás se esconde una nave de cinco naves y amplias columnas de mármol grana, el Convento de Madre de Dios se está restaurando y en San José se conservan notables obras de arte con una reconstruida torre cuya veleta tiene un gallo.

Una josefina calle larga y serena…