Por Avanti. Contador de Pamplinas.

Lo complicado en esta vida no es dar la primera chicotá… lo complicado de verdad en esta vida es dar la última.

Pero en mi caso no hubo ningún problema porque la primera fue la última, es decir, hice un “estreno, despedida y cierre” el mismo día.

Os hago un resumen: parihuela de cofradía de gloria que hay que mover para ponerle las ruedas. Mi cuñao y yo nos metemos debajo vestidos de chaqueta y corbata para ayudar.

Lo malo fue que nos metimos debajo por primera vez en nuestras vidas y eso que entre los dos juntos tenemos más años que las cadenas de la Catedral, esa, esa, con la que los niños juegan a balancearse.

Pues eso, que el capataz mandó subir el paso y ocurrió lo que todos esperábamos: el capataz mirando a mi cuñao y a mí lanzó rápidamente una segunda orden-pregunta al aire: “Quillo, ¿qué cohones estáis haciendo?

No lo sabíamos ni nosotros.

Años, mejor dicho, siglos en mi tierra sabiendo llevar los pasos y vamos mi cuñao y yo y nos lo cargamos en lo que tarda un monaguillo en despeinarse por Sierpes.

Ahí estábamos los dos metiendo, mejor dicho, intentando meter riñones. Y digo intentando porque entre los dos no pudimos dar con la tecla y nos salió el mismo gesto que hacen los recién operados de hernia cuando bajan de la ambulancia.

Las piernas como si nos hubiéramos bajado de un pony gordo de Feria, las manos agarradas como si estuviéramos en el “Barco Vikingo” a las tres de la mañana.

¿Y el cuello? ¡Ay el cuello!, lo del cuello ya fue de película de Antena 3 por la tarde. El cuello con nuestra corbata apretando y más que puesto estaba dejado de caer en la trabajadera…yo creo que hay gente que en la guillotina pusieron el cuello con más gracia que nosotros.

Pues sí, después del “trabajo bien hecho” mi cuñao y yo nos trincamos un bocadillo de mortadela, media docena de botellines fresquitos y lo peor…nos atrevimos a hablar de tú a tú a los costaleros.

Total, que en breve tenemos el juicio…nos piden orden de alejamiento a cualquier parihuela que se precie.