Por Miguel Ángel Vázquez.
Gobernar significa asumir las responsabilidades, tomar decisiones y priorizar. Visto lo visto, desde que en nuestra vidas se instaló el coronavirus, la Junta de Andalucía no se aplica el manual básico del buen gobernante. Se dedica a despejar balones a otras administraciones, endosando a otros tareas que les corresponden, a culpar a los demás de todos sus errores o negligencias y a tomar medidas tarde y mal por falta de determinación o pericia. El presidente Moreno Bonilla nos suele obsequiar con un quietismo (adornado siempre de palabras huecas) que nos recuerda a los modos de Rajoy: dejar pasar el tiempo como única forma de solucionar los problemas o afrontar situaciones complejas.
Esta semana, con la quinta ola del Covid disparada, el Gobierno autonómico (POR FIN) ha tenido a bien acordar una serie de restricciones. A buenas horas, mangas verdes… La tasa media de contagios supera con mucho los 400 casos por cada 100.000 habitantes, con zonas como la Costa de Sol y enclaves del litoral gaditano (Conil o Tarifa) por encima de los 1.000 y los tramos de población más joven con índices desorbitados. Tanta laxitud ha puesto en peligro la campaña de verano en lo que al turismo internacional se refiere. Los principales países emisores de visitantes (Francia, Alemania y Reino Unido) nos han puesto la luz ámbar de precaución. Al gabinete de las derechas, sin embargo, no se le ha escuchado una mínima autocrítica por un golpe tan duro a la principal industria de nuestra comunidad.
Más allá de la alta contagiosidad de la variante delta, la rápida desescalada tras la finalización del estado de alarma el 9 de mayo pasado, con apertura del ocio nocturno y autorización de celebraciones con hasta 500 personas en el exterior o 300 en el interior desde el primer momento, mucho tiene que ver con la situación actual. Y viendo cómo se empezaba a complicar el panorama, con la atención primaria desbordada, en el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta, se ha tardado en reaccionar en la creencia de que la estrategia Ayuso les daría réditos en términos electorales. La inacción es santo y seña de un Gobierno andaluz que sólo exhibe desahogo y propaganda.
En lugar de coger el toro por los cuernos, Moreno Bonilla prefiere delegar funciones a los ayuntamientos sin la consiguiente financiación. A la espera del maná de fondos europeos, la Junta ha recibido del Gobierno de España a razón de 11 millones diarios extraordinarios para hacer frente al Covid y, sin embargo, no ha compartido ni un euro con las corporaciones locales. No es de extrañar la queja de muchos alcaldes y alcaldesas de toda Andalucía, que exigen al mandatario autonómico que las nuevas tareas que se les encargan vengan acompañadas de las partidas necesarias para poderlas llevar a efecto.
Cuando más naufraga el Ejecutivo andaluz, más recrudece su campaña de mentiras y su confrontación con el presidente Sánchez. En esta parcela se las ‘ingenia’ su portavoz y verdadero número dos, Elías Bendodo, mal que le pese al vicepresidente Marín. Si la Junta patina, yerra o rehúsa ante el obstáculo, salta al ruedo el malagueño para componer una faena imposible con una sarta de falsedades o cargando las tintas en el discurso para desviar la atención. Una de sus últimas piruetas extravagantes ha sido quejarse de que en julio se ha aminorado el número de vacunas disponibles. Agravio impostado. Falsea la realidad y lo sabe: se está cumpliendo el calendario previsto para alcanzar como mínimo el 70% de la población inmunizada antes de finalizar agosto, están llegando las dosis previstas, en junio Pfizer entregó partidas adicionales y la semana que viene ya podrán coger cita los andaluces menores de 20 años. Todo evoluciona dentro de lo planificado. Los datos, por tanto, dejan en evidencia la longitud de la nariz de este nuevo Pinocho.
Es por todo esto y por un dispositivo público eficaz y eficiente, desde la distribución a la dispensación, con los profesionales sanitarios como protagonistas, que España se sitúa entre los cinco países del mundo en los que más avanza la vacunación. Todo un ejemplo de buen funcionamiento del sistema público que debería significar un orgullo para cualquiera y no ser usado como arma arrojadiza por intereses espurios de políticos ventajistas como Bendodo. A la Junta le sobra prepotencia y demagogia y le falta responsabilidad, espíritu de cooperación y lealtad institucional. La cogobernanza, y más en una situación de pandemia, les viene demasiado grande.