Por Javier Compás.
Vaya por delante que no es exclusividad de ellas, pero son inmensa mayoría. Me refiero a una legión de chicas (jóvenes y no tanto) a las que les ha dado por fotografiarse de manera más o menos sexy, con una copa de vino en la mano, una botella o ambas cosas. Su hábitat es Instagram, la red social donde más prolífera esta subespecie de la especie influencer.
Hace pocos días fue el Día Mundial del Sumiller, o sommelier, que es el mismo extranjerismo, ya saben, la persona encargada del cuidado, cata y servicio del vino en algunos privilegiados restaurantes, aunque las actividades de los sumilleres abarca más campos, cursos de cata, asesoramiento a tiendas y club de vinos, reseñas periodísticas de vinos, entre otros. No tengo nada en contra en el modo honrado de cómo cada cual se gane la vida, pero el uso del propio cuerpo (la que pueda) para estos fines quizás raya la falta de respeto a los sumilleres profesionales que, tras muchos años de estudio y práctica, llegan a dominar el difícil mundo del vino para poder buscar trabajo en un mercado muy difícil.
Las, llamémosles, chicas sumilleres a que me refiero, cuelga numerosas fotos suyas en Instagram (ya he señalado que es la red donde principalmente se mueven) con un vino, copa y/o botella, supongo que con el fin de promocionar la marca y que esta les pague. Como ya he dicho suelen ser jovencitas, a veces no tanto, normalmente en posturas digamos que atractivas y con estilismos que recuerdan usualmente a sus primas hermanas las influencers de moda. La hay, bastantes, siliconadas y se les suelen ver más las largas piernas que la marca del vino que intentan (o no) mostrar.
Esta plaga en la red no tendría mayor importancia, al contrario, son muy agradables de ver, si no pusieran en evidencia la falta de visión de las bodegas, y me refiero principalmente a las españolas, para promocionarse en este tipo de redes sociales donde, se quiera o no, están los posibles clientes con buen potencial, jóvenes, modernos, profesionales… un caladero donde sería fácil llegar con ciertas dotes de comunicación. ¿Hay algo más glamuroso para un aficionado al vino o para cualquiera, que una bodega llena de barricas de roble, en la penumbra, con ese juego de claroscuros? Las posibilidades son inmensas y el juego de foto atractiva y comentario atinado, está al alcance de cualquier bodega que sepa verlo. Ustedes mismos.