Por Avanti.
Hay dos tipos de personas; los que pertenecen a tu Tribu y el resto del mundo.
Todos pertenecemos a una Tribu, y no me refiero por la vestimenta o las ideas que dan saltitos en tu mente, que va, me refiero a esa Tribu que te acompaña hasta mucho antes de que tus padres se conocieran.
Los que forman mi Tribu son mi patria con patas.
Estamos rodeados de paredes que encierran ese tiempo que no se marca en rojo en los calendarios, ese tiempo que pasa de puntillas sin pisar lo fregao.
El tiempo que pasas con la Tribu es la que escribe las páginas de tu biografía, esas páginas que se contarán con los dedos de una mano y que valdrán más que mil vidas.
En mi Tribu hay rehalas de niños que corretean, chillan y juegan. Niños de balonazos al aire que, además de apellidos, comparten presente y ojala compartan futuro.
Y es que la Tribu lo mismo te sirve la felicidad en bandeja de plata como en platos de plástico del chino, ellos, los que forman tu Tribu te sacan de la desidia y te sirven la penúltima.
Qué jodido tiene que ser no tener una Tribu a la que acudir cuando los tiros de los forajidos hacen que pierdas tu centro de gravedad. Ellos son el principio y el fin del sentido de la vida.
Eso sí, la Tribu bebe más que una despedida de solteros en Magaluf. Cerveza, fino, amontillao, manzanilla, tinto, amarguiña y volvemos a empezar. La Tribu cuando se va deja cuatro o cinco viajes al contenedor de vidrio.
Botellas que bien valieron un naufragio.
Y es que querido amigo, todos pertenecemos a una Tribu…esa que llega, te devuelve la vida y se va.