Por Javier Compás.
“Año bisiesto, año siniestro”, dice el refrán y los refranes están basados en la experiencia de la sabiduría popular. La verdad es que el año se está torciendo con el tema del coronavirus, aunque en esto hay opiniones para todos los gustos, que si no es para tanto, que si la culpa es de Trump, que no va a ver Semana Santa en Sevilla como la cosa siga en aumento… Como quiera que sea, lo que sí es verdad es que los de 3M están haciendo su agosto en invierno vendiendo mascarillas.
A las plagas víricas (¿bíblicas?) se une lo del cambio climático. No creo que ya nadie dude de que algo pasa en la atmosfera, y grave. Siguiendo con las cosas que afectan a nuestra Semana Santa, a finales de Febrero ya ha brotado el azahar en nuestros naranjos urbanos, con cuatro gotas que caigan se van al suelo y nos quedamos sin ambientador en esas calles estratégicas donde los jartibles se reúnen cada año para ver esa vuelta del paso (revirá en idioma capillita) entre humos de incienso y aroma floral, que la verdad es que es una maravilla.
Pero lleguemos por fin a tema tan importante como las papas aliñás, manjar modesto, a no ser que le encalomen un tronco de bonito del norte o de melva canutera encima, que entra también en esas clasificaciones a las que son tan aficionados algunos incansables de nuestras barras, la mejor ensaladilla, los mejores caracoles… Esas papitas aliñás también tienen su arte. No voy a entrar en recetas ni en precios, en algunos sitios te las ponen como cortesía de la casa, sobre todo cuando te vas a dejar una pasta gansa comiendo sentado. A lo que voy hoy, en sintonía con lo del cambio climático, es que una tapa como esta, de verano, ya no se pierde en todo el año de las vitrinas climatizadas de los bares, bueno eso si no es como unas que vi el otro día encima de la barra directamente, mal, muy mal, por temperatura y por higiene.
Ya nada se disfruta en su temporada, salvo quizás los polvorones, el turrón (que ya nadie come), los pestiños y las torrijas. Hacer un artículo de esos recurrentes como el típico “platos de Cuaresma”, se está quedando un poco sin sentido, ahora se come de todo en cualquier época del año, que para eso están los invernaderos de Almería y las frutas de Sudáfrica. Lo mismo te puedes comer un arroz con alcachofas en agosto que un gazpacho de sandía en invierno, otra cosa es que los productos sepan como tienen que saber, pero eso ya es otra cosa.