Por Pepa Loperena.
Qué sería de Sevilla y de los sevillanos sin nuestros bares. Cuánto los hemos echado de menos en esta más que larga cuarentena. Nuestros bares, nuestro motor social y económico.
Esos benditos lugares donde cada día damos rienda suelta a nuestros problemas, no porque se los contemos a nadie si no porque nos olvidamos de ellos. De tertulia con los camareros, con los parroquianos o con el despistado que entra porque pasaba por allí.
Siempre lugares alegres, porque un bar triste dura poco, donde te enteras de cómo va el mundo, tu barrio o lo que le ha pasado al vecino de enfrente, al que sólo conoces de vista…
Sitios para celebrar la vida, opinar, contrastar, aprender, olvidar y hasta enamorarse. Ay, “el calor del amor en un bar”.
No nos volvamos locos. No corramos y pensemos que hoy volveremos a ser lo que fuimos en esos benditos lugares como antes de todo esto. Porque todo esto sigue, el “bicho” sigue acechando y, sin miedo pero con mucho respeto, hay que enfrentarlo. Con el mismo respeto que debemos enfrentarnos a todos los problemas: desde la distancia todo se aprecia mejor.
Pongamos nosotros esa distancia. Acostumbrémonos y no seamos agonías, que nuestros bares seguirán ahí, hasta el fin de los días si nosotros ponemos todo de nuestra parte.
Pensemos en el futuro ya que, desgraciadamente, el presente es poco alentador, así que alzo mi copa, ahora más que nunca, para disfrutar del día a día en nuestros bares siguiendo las recomendaciones sanitarias para disfrutar de un mañana sin miedos.
Mi primera Cruzcampo en la calle irá por todos los que ayudan y son responsables en este presente de ciencia ficción. ¡Salud!