Los laberintos de San Vicente y San Lorenzo (I)

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Por Virginia López.

Los Barrios de San Vicente y de San Lorenzo no solo son vecinos sino que se asemejan bastante, lo que puede inducir a pensar erróneamente en un origen común.

Es San Lorenzo el primitivo y el que desarrollará una fisonomía propia, de la que derivará San Vicente, un barrio menor, articulado en torno a una larguísima calle homónima. Ya en su día dimos cuenta de los Recoletos de San Vicente:

Hay un elemento urbanístico que une a ambos barrios que muy pocos sevillanos conocen. Se trata de un conjunto de callejuelas que nada tienen que ver con el trazado rectilíneo de damero en el que coinciden ambos barrios. Son los restos de las viejas collaciones, testigos mudos del derribo de grandes conventos que ocupaban inmensas manzanas y que las horrorosas construcciones modernas de pisos no lograron ocupar. En realidad su actual forma laberíntica intuyo que procede más bien de esa renuncia a ocupar el espacio a que sean auténticas vías vestigio del pasado. Quizá una mezcla de ambos motivos, un estudio urbanístico nos lo aclararía, pero no es un tema tratado.

Lo curioso es que podemos acceder a ambos laberintos desde un mismo punto, que no es un lugar cualquiera. Se trata de la Plaza de la Gavidia, donde vivían los Gaviria en el siglo XVIII pero el pueblo sevillano alteró fonéticamente el apellido, cuya casa y presencia daban nombre a la plaza. La cual se puede considerar frontera entre ambos barrios pero es una cuestión nada clara. Hasta en el plano de la feligresía que me enseñaron en la Parroquia de San Vicente cuando he ido a investigar en su archivo, se advierte una línea de puntos a la altura de la plaza porque no está claro qué calle o casa pertenece a cual parroquia, si San Vicente o San Lorenzo, incluso en los tiempos de existir la derribada Parroquia de San Miguel, en la Plaza del Duque.

Si nos situamos junto a la estatua de Daoiz podemos dirigirnos a la izquierda en camino rectilíneo o a la derecha subiendo por arriba. Las callejuelas de San Vicente se divisan desde aquí a diferencia de las de San Lorenzo.

Comencemos por las primeras. Desde la estatua vemos la embocadura de la calle que tomaremos, que, pese a su amplitud, pasa desapercibida entre veladores del Vintage y Amarillo albero, perdón del Bar Zeta y Palo Santo.

Y advierto, a partir de ahora, de la sucesión de nombres peculiares de calles de los que no habréis oído hablar.

Esta calle se llama Pachecos y me encanta la ocurrencia que hubo en 1862 de hacer un doblete en el homenaje. Pensarían en el Ayuntamiento que ya era hora de dedicarle una calle al maestro y suegro de Velázquez y que igualmente su tío el canónigo no debía quedarse atrás. De ahí el apellido en plural, no deja de tener su gracia. Si Sevilla tuviera bonitos rótulos cerámicos explicativos como en Madrid se echaría en falta uno que aclarara el rótulo. También pienso en la preciosa cerámica que lo recuerda en la parroquia sanluqueña donde fue bautizado el pintor.

Cuando uno toma esta calle y echa a andar se desconcierta porque no tiene idea a donde se dirige. Yo juego con ventaja y no por deformación profesional sino porque reconozco la fachada, con esos cuadraditos de cerámica lapislázuli tan discretos y bonitos, del Colegio de las Esclavas donde estudié. A la izquierda vemos una calle pero seguimos paseando hasta desembocar en Antolínez, dedicada a ese murillesco pintor sevillano. Hacia la derecha desemboca en Baños, a la altura de la Pescadería La Almadraba y hacia la izquierda la columna adosada nos engaña creyendo que hay salida.

Se asoma una calle que puede parecernos la que vimos antes, pero se trata de Ceres. En 1882 alguien propuso que esta minúscula calle que nadie conoce del centro, estuviera dedicada a la diosa romana de la agricultura, las cosechas y la civilización, pero la lentitud propició que no se rotulara hasta doce años después. Esta calle desemboca junto al supermercado con el que arranca la plaza, así que nos movemos por la acera para descubrir una calle con forma de ele. Está dedicada al Doctor Germán y Ribón. Desde 1877 se recuerda a Luis Germán y Ribón, sacerdote y catedrático de la Universidad, quien en su domicilio de la calle Abades – una placa lo recuerda en su tramo final frente a la calle Mateos Gago – fundó en el año 1751 la Real Academia Sevilla de Buenas Letras, con sede actual en la Casa de los Pinelo, unos metros más arriba de Abades.

Es la calle que habíamos visto antes desde Pachecos, por tanto las tres calles descritas no están conectadas entre sí pero el recorrido más interesante para descubrirlas es coger Ceres, pasar por Antolínez, coger Pachecos y desembocar en la Gavidia por Germán y Ribón. Una divertida serpentina, donde dejas tramos sin recorrer. La única forma de recorrer todas las calles en su extensión, aún dando pasos atrás y repitiendo tramos, es como las he descrito. Vosotros decidís como callejeáis.         

Volvemos a esta acera que suele pasar desapercibida, no se suele pasar por ella, a menos que entre en uno en los establecimientos que tiene pues es la continuación de San Juan de Ávila pero, por inercia, los sevillanos entramos en la Gavidia desde la esquina de la Plaza de la Concordia, en diagonal, hasta meternos en Spínola en nuestra visita al Señor.

De hecho, la Plaza de la Gavidia hasta el siglo XIX llegaba a esta zona que hemos recorrido y el derribo del cuartel de San Hermenegildo en los años 50 creó la Plaza de la Concordia conectada con Gaviria de forma difusa pero contribuyendo a ese discurrir en diagonal que todos acostumbramos desde el Duque.