Por Avanti.
Los del paritorio con lágrimas y el epitafio con gracia.
Los que siembran, operan, limpian, dan fe. Los que reparten paquetes y ganan juicios. Los señores, señoritos y gente.
Los quillos y las quillas del otro lado de la frontera.
Los que se encuentran el tiempo perdido de los demás y lo exprimen.
Los que se relían con solo una mirada; los que van al chiringuito y no vuelven; los que piden para compartir; los que se enamoran en la azotea; los que suben para arriba y bajan para abajo.
Los que disparan al olvido y besan el recuerdo.
Los que siempre van camino de algún sitio.
Los de los geranios en las pupilas, los de “vida o vida” en la ruleta rusa del día a día.
Los que en un saludo dan más besos que muchas civilizaciones en toda su historia.
Los que enseñan a vivir aunque les cueste poner siempre la otra mejilla a la burla.
Los únicos que viven dos veces; una aquí y otra en el recuerdo de los demás.
Los que escapan de la mayor de las condenas con tan solo ver amanecer.
Los de la primavera eterna, los del “vámonos a la calle que ya ha escampado”.
Los de los mil acentos que se resumen en uno; el de tu abuela.
Y es que, querido amigo, ser andaluz es no poderse explicar cómo el resto del mundo no lo es.
Rubio tienes una mezcla de Sevilla, Cádiz y Huelva que a ti sí que te tenían que dar la medalla de Andalucía