Los Mossos

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Por Pepe Muñoz.

Confieso que la primera vez que vi a los denominados mossos d’escuadra presentando armas -mauser incluidos- con uniformes que recordaban a los domadores de circo de mi infancia, cubiertos con sombreros propios de cocheros de caballos de lujo y calzados con alpargatas, no podía evitar mi asombro. La escena bien podría estar entresacada de alguna opereta u ópera bufa para jolgorio del público.

Pero no. Aquello iba totalmente en serio y se trataba del recibimiento solemne a un alto cargo del Estado.Enseguida uno cae en la cuenta de que no se debe tomar a chufla lo que posiblemente sea una tradición o seña de identidad para otros y que, por tanto, merecen el mismo respeto que luego exigimos para nuestras costumbres o raíces.

Y así hemos ido normalizando una policía autonómica que ha asumido progresivamente competencias de la policía nacional y de la guardia civil en un intento más, otro de tantos, de distanciamiento de un Estado al que se chantajea constante e impunemente. Todo en aras del hecho diferencial que el catalán Albert Boadella explica con claridad: «para el independentismo, ser diferente equivale a ser superior. Ser diferente para ser igual no tiene sentido para ellos». Como no lo tiene comer aparte si no es para comer más.

Por si alguien tenía dudas, hoy ya sabemos del interés que algunos tenían en disponer de una policía propia: una policía política al servicio de esa «ensoñación» de una independencia que solo algunos iluminados creen posible, pero de la que cada vez sigue viviendo más gente, empezando por el inquilino de Waterloo.

Si los susodichos mossos, en su día, me parecieron ridículos, por arcaicos y obsoletos, hoy además de eso, comprobada su ineficacia y descarado partidismo, los incluyo en el desprecio y rechazo que en general se está produciendo en el país hacia todos los que desde la insolidaridad, superioridad y abierta xenofobia intentan beneficiarse, en connivencia con el gobierno de turno, de los impuestos y esfuerzos de los demás españoles. Ya está bien.