Me equivoqué en todo

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Por Ignacio Ayuso.

¡Qué desastre lo mío!

Si leyeron mi columna del mes pasado ya sabrán lo que pasó. Me quiero volver a referir a la Eurocopa que tantos ríos de tinta desastrosos como los míos, se vertieron en papeles y más papeles no más empezaron los primeros partidos de los diferentes grupos. Que si una Eurocopa descafeinada, que si Luis Enrique –cabezón, prepotente,…etc.-,  para acá y para allá, que si es una selección sin arraigo ninguno con jugadores que compiten en otras ligas, que si…

Pues nos equivocamos todos. Yo el primero.

Al final, después de jugar y competir hasta una semifinal que merecimos ganar, fuimos eliminados en los penaltis y no por culpa de Morata que a la postre fue el que falló el definitivo, fue por el fallo de Del Olmo en el primero tras haber parado Unai Simón el correspondiente a Italia. Ahí estuvo la clave. No se puede fallar un primer penalti tras errar el contrario el suyo. La presión que hubiera tenido el siguiente lanzador hubiera sido infinita.

Pero bueno, lo importante es que se hicieron unas eliminatorias notables, con gran juego muchas veces y algo menos otras, pero que se transmitió ilusión y llegamos a creer que podía ser. No fue así, pero nos levantamos del sillón con la sensación que hay equipo, que hay jugadores y que hay un compromiso serio. Todo gracias a la juventud que atesoran muchos, la mayoría, de los componentes de esta selección y a la confianza –testarudez la llamamos algunos- que en ellos depositó Luis Enrique.

No, no era esa amalgama que yo presumía al ver los primeros partidos, era nuestra selección española con la cual al final logramos engancharnos y hasta ilusionarnos.

Tampoco ganó quien siempre ganaba y yo vaticinaba aunque con reservas, Alemania. Ganó Italia que fue de más a menos, pero me gustaron más otras selecciones como Holanda, aún su pronta eliminación, Inglaterra que no supo jugar esa final y se vino abajo en la segunda parte después de pasar por encima de Italia en la primera.

Lo dicho, me equivoqué en todo y bueno es reconocerlo y aceptar los hechos, que esos sí que son tozudos.