Por Manuel Linares Gómez.
Hoy se ha ido al cielo la última hermana de mi padre, mi Tita Manoli “La Monja”. Así la llamamos.
Manoli Linares Sola. En su convento, su congregación la llamaba Madre María de Gracia.
Mi otra Tita mayor también fue monja, se llamaba Mercedes Linares Sola y le llamaban Madre María de las Nieves.
Mi Tita Manoli ha sido un ejemplo de vida, se hizo misionera en los años 70. Se fue a Argentina como educadora a ayudar a niñ@s desfavorecidos, me escribía cartas de esas transparentes que tenían por lo bordes colores azul y rojo que anunciaban que el correo era aéreo y tenían que pesar poco. Un tipo papel cebolla que por cierto era agradable al tacto y curiosamente la tinta no se “escurría”.
Me escribía palabras que me llenaban de alegría por saber de ella, con una caligrafía bonita e impecable que yo intentaba copiar desde niño. La conocí cuando volvió a España porque anteriormente solo podía contactar conmigo por cartas y fotos.
Mi tía Mercedes, (la otra Monja) su hermana mayor, también me escribía para felicitarme en Navidad o por mi onomástica o mi cumpleaños, pero con “máquina de escribir”, que tenía su punto, porque tenía “caries” como dijo Sabina, con la “Olivetti” pero con su sello oficial de su convento y “tó”. Lo que recuerdo era un corazón con un puñal clavado también en blanco y negro.
Mi tía, hasta hace unos días me escribía Whatsapp dándome los buenos días y las buenas noches con fotos tipo: «Dios es amor». En el último Whatsapp me dijo que se retiraba unos días a La Jara, (Sanlùcar de Barramedada) donde las monjas tienen un espacio para el retiro espiritual. Yo le dije que le iban a venir bien los aires de Barrameda, donde se cría la Manzanilla y se nos curan “to las penas”.
Algunos veranos cuando estaba en la Jara la recogía en mi furgoneta para comer juntos en mi casa de Chipiona.
Se crió en Heliópolis, (un barrio de Sevilla), en una de esas casas tan bonitas que tienen una torreta con tejas, al lao del Bar La Viña.
En la plazoleta donde tenía mi abuelo materno un “Kiosko de Pipas” donde “pelaron la pava” mi Pare y mi Mare.
Mi tía Manoli ha sido un referente para mí, solo la vi con hábitos negro y blanco en una foto pequeñita tipo carnet, también en blanco y negro. Siempre vestía de paisana con “rebequita” puesta por los hombros con crucifijo en su pecho tipo “catequista”.
Hace unos años le canté en su convento, enfrente del Claret, con motivo de sus “Bodas de Oro”. Sus 50 años casada con Dios. Fue muy emotivo. Era cantora y encantadora, tenía buen oído como mi padre y entonaba bien. Me llamaba Manolito, su «sobrino cantante» y presumía de mí haciendo comparación (bromeaba con otra monja que tenía otro sobrino cantante) con el que hoy es mi amigo y compañero: José Manuel “El Soto”.
Mi tía dio la vida por los demás, lo decidió así desde muy temprana edad, dándole disgusto a mi abuelo por ser la segunda monja de la familia y encima misionera en aquella época. Pero seguro, orgulloso de su hija. Al igual que estamos todos sus sobrin@s de ella.
Seguro que a mi Tita “Manoli” le pusieron ese nombre, Madre María de Gracia, porque todo el mundo le daba las “Gracias” por existir.
Gracias, cariño, por tanto amor derramado. Espero que me envíes mensajes todos los días ( ya no por Whatsapp) pero sí como me hiciste ayer para ir a despedirme y coger tu mano.
Mi tía me puso todos los semáforos en verde en la Avenida de La Palmera y un aparcamiento sin multar para que yo aparcara en toda la puerta del Hospital de Fátima.
Gracias Tita por ser nuestro Ángel de la guarda. Te querré siempre infinito entonces y, hasta luego.