Moreno Bonilla y el principio de Peter

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Por Miguel Ángel Vázquez.

Al presidente de la Junta de Andalucía sus exigencias se le han vuelto como un bumerán en la testuz. Le ha venido muy grande desempeñar el mando único una vez culminada la desescalada a finales de junio. Decía tener la varita mágica contra el coronavirus. ¡Cuánta temeridad! Incluso se opuso a la prórroga del estado de alarma haciendo seguidismo a Pablo Casado y porque se decía preparado para recoger el timón de las operaciones. Desde entonces, la nave ha ido a la deriva… Se ha demostrado que es más fácil criticar y poner en cuestión todo lo que hacía el Gobierno de España que arremangarse y hacer frente a sus propias responsabilidades para combatir el Covid-19.

Cuando expiró el estado de alarma, el número de contagios diario era mínimo y ahora, en la última semana de agosto, el virus cabalga desbocado por Andalucía (y otros territorios de España) y los nuevos casos cada 24 horas superan las dramáticas cifras de marzo y abril. Y los datos no son más abultados porque Andalucía es la comunidad autónoma que menos PCR realiza en este país. No hace ni tres semanas, Moreno Bonilla se vanagloriaba de que todo estaba bajo control. Hoy la realidad desautoriza este ejercicio de triunfalismo fatuo. La situación no es más alarmante porque, por suerte y de momento, no hay presión hospitalaria y saturación en las UCI como en los peores momentos de la primavera.

Pese a la gravedad de la evolución de esta segunda oleada, faltan refuerzos de personal y rastreadores, hay centros de la salud cerrados, no se aplican los protocolos de desinfección en centros sanitarios y ambulancias que se exigen a bares y restaurantes, las citas de Atención Primaria se demoran, se lanza a la desesperada un nuevo plan de choque tras el fracaso del primero destinando más dinero a la privada que a la pública… Un suma y sigue insoportable.

Y si en la sanidad se va de mal en peor en nuestra tierra, la gestión de la vuelta al cole en la Junta de Andalucía es ya todo un despropósito a pesar que en junio hubo un acuerdo entre Ministerio y CCAA (menos Madrid y Euskadi) para un inicio de curso seguro. Ni con esta guía ni con otras seis reuniones de coordinación Estado-autonomías desde entonces, la Junta ha conseguido dar garantías y confianza a la comunidad educativa andaluza. La razón es sencilla: ha actuado con soberbia, sin diálogo y sin capacidad de anticipación ante la tendencia negativa de contagios y de gestión de sus propias competencias (artículo 52 de nuestro Estatuto de Autonomía).

A primeros de agosto, la mano derecha del presidente y jefe de la propaganda, Elías Bendodo, aseguraba a bombo y platillos que todo estaba preparado para el comienzo de curso… Todo un espejismo: a los dos días estaban pidiendo el auxilio del Gobierno de España y tenían a toda la comunidad educativa en pie de guerra. Con su inacción e inoperancia, sus titubeos y su ausencia absoluta de empatía, han generado más preocupación en familias y docentes en este breve periodo de tiempo. Y lo que es peor, haciendo una clara dejación de sus obligaciones descargando toda la responsabilidad en los equipos directivos y ayuntamientos. En lugar de negociar, consensuar y proveer los medios humanos y materiales necesarios para transmitir seguridad a la comunidad educativa en el regreso a clase, el Gobierno andaluz de las derechas se ha dedicado al falso autobombo (por ejemplo, anunciaron la contratación de 2.500 enfermeras para los colegios y al final se recurrirá a las ya existentes en el Sistema Andaluz de Salud y sólo atenderán por teléfono) o demostrar incapacidad y disparar la incertidumbre de la gente (la ‘boutade’ del vicepresidente Marín incitando a las familias a no llevar a sus hijos a los centros educativos es de traca).

Se pasó Moreno Bonilla y su equipo de gobierno buena parte del estado de alarma discrepando del mando único y confrontando con el Gobierno de España por todo por puro tacticismo. Cuando ha tenido que asumir la gestión de esta extraordinaria pandemia, su discurso se ha desmoronado como un castillo de naipes. El presidente andaluz vivía mejor y más cómodo viendo los toros desde la barrera. Al pisar el albero, este poderoso morlaco lo ha volteado inmisericordemente. Ha sufrido en sus carnes el principio de Peter: al escalar a una posición de mayor responsabilidad ha demostrado su máximo nivel de incompetencia.

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