Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Los 9 meses que más te marcarán en la vida, nuestros padres de vuelta.
Somos su primer deseo pedido a la lámpara mágica, somos su particular “vente ya hijo” y a los dos minutos el “vete ya miarma”.
Es el viento que seca nuestra ropa, la nube que descarga cuando ya estás al abrigo, la pinza de la ropa que nunca se cae, la olla siempre llena. La paga, jamás el impuesto.
El monedero en la entrada esperando a tu atraco diario, la mano que te tira en los pasos de cebra, la bombona de butano recién puesta. El jamás, el no, el quizás.
La mirada a la que siguen los faros. La brisa que siempre llega, el adiós que nunca viene, el recuerdo que siempre está.
El reflejo de tu reflejo, el “cuidado que quema”, la fruta cortadita de media mañana en la playa, el “hasta la cintura” de la ría.
La que te dona sangre con cada parpadeo. La que estuvo, está y estará.
La que besa sin besar, la que siempre espera, la que te ve marchar y volver las veces que hagan falta.
La respuesta correcta aunque duela, la que abre la puerta y cierra la herida.
Los caminos que no llegan a Roma. La cara, la cruz y el canto de la moneda que lanzamos al cielo.
La novia en el altar, el primer azahar y el último clavel. El perdón eterno.
El “Todo es de color” de Lola y Manuel, el “You’ll never walk alone” cantado desde la cocina.
La que pone y recoge el arcoíris. El lucero que no brilla para que brillen los demás. La que cuida al que cuida. La que pone rectos los cuadros “daleados” de una casa, el “no te preocupes hijo” en cada una de sus heridas de guerra.
Los eternos 30 años de su voz, los eternos 20 de su mirada. La que se lo merece todo, la que no pide nada. La foto de detrás, la que come de pie, la que se sienta la última.
Tu hermandad de Gloria, tu sino y tu destino. Jamás el empate, siempre tu gran VICTORIA.
La primera palabra que aprendiste, la última que dirás…MAMÁ