Obligación ética

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Por Miguel Ángel Vázquez. Periodista y Senador por Andalucía.

Lo único que produce la nostalgia es inacción y frustración. Es una cadena que te ata a un pasado que no volverá y te impide la adaptación a la realidad que toca vivir, al pragmatismo del presente. O dicho con palabras de la directora y actriz de cine Jeanne Moreau, es cuando quieres que las cosas se queden igual. Eso le ocurre a la derecha de este país con todo lo relativo a la memoria histórica. No quieren corregir las aberraciones de nuestra historia reciente porque siguen sin pasar página, porque no quieren soltar ese lastre que tanto les aprieta y les ahoga. Curioso síntoma masoquista.

Lo hemos visto estos últimos días con la sentencia unánime del Tribunal Supremo avalando la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Hemos escuchado desde criticar la supuesta profanación de la tumba hasta incidir torpemente en la división de rojos y azules. Todo menos proclamar que ya era hora de que en una democracia ya madura (nuestra Constitución va camino de cumplir 41 años) un represor golpista no podía disfrutar de un mausoleo pagado con dinero público para su mayor gloria. Con lo fácil y productivo que habría sido acatar el fallo del alto tribunal y cortar de una vez por todas con este cordón umbilical que les une con el nefando personaje. Maldita nostalgia.

Y cada vez que se habla de la remoción de los restos de Franco en estos lares salta la polémica de la presencia de Gonzalo Queipo de Llano en la Basílica de la Macarena. La junta de gobierno de la hermandad sigue mirando a otro lado y mantiene la sepultura del conocido como el carnicero de Sevilla. Dice el hermano mayor que no tiene obligación moral de sacar al militar golpista. Es mucho decir. Estamos en un espacio privado ciertamente, pero abierto a la visita pública. Por tanto, hacer ostentación de semejante personaje cuando menos abre una controversia jurídica y no se puede despachar sin tener en cuenta la legislación vigente en materia de memoria democrática. Pero más allá de lo legal, como ha escrito con acierto Teodoro León Gross, está la obligación ética. E incluso, una exigencia con sus creencias cristianas. ¿Cómo es posible que en un espacio religioso esté enterrado un militar sanguinario con tantas muertes en su currículo?

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