Por Javier Compás.
A la hora de escribir estas líneas, 29 de Septiembre, el sector de la hostelería, como muchos otros, no sabe aún si la prórroga de los ERTE que se supone aprueba el Gobierno el último día del mes, les afectará o no. Una incertidumbre que habla claro sobre la chapucera política que este país sufre y, por tanto, sus trabajadores y ciudadanos, los primeros que cada vez son menos por desgracia.
La última hora del asunto es que el Gobierno prorrogará los ERTE de fuerza mayor a los negocios especialmente afectados por el turismo, computando como tales aquellos que tengan más del 50% de su facturación ligada al mismo ¿Y cómo se mide esto en un bar o en un restaurante? Si te acoges a esta medida y una inspección posterior decreta que no es correcto, lo tiene crudo el dueño.
No es de extrañar que el sector se movilice, en Sevilla fue la Asociación de Hosteleros de Sevilla y provincia la que convocó una concentración el pasado martes 22 en la Plaza Nueva para hacer llegar sus reivindicaciones tanto al Gobierno central, como a la Junta de Andalucía y a los ayuntamientos. Este martes 29 es Madrid quien promueve una caravana por las calles.
Un sector que mueve millones de euros, miles de puestos de trabajo, directos e indirectos y que, además, forma parte sustancial de nuestra manera de entender la vida y las relaciones sociales. Negocios en su mayor parte regido por autónomos y pequeños empresarios que deben seguir haciendo frente a gastos de alquiler y mantenimiento de locales, luz, agua, limpieza, impuestos, cuando no, además, su parte correspondiente de la remuneración de los empleados afectados.
Trabajadores que no saben cuál es su futuro inmediato, con el despido planeando sobre sus cabezas y un futuro poco halagüeño en un otoño donde las previsiones sobre la pandemia, lejos de mejorar, no son nada optimistas.
Por todo ello, se me hace muy cuesta arriba, por no decir algo frívolo, escribir sobre platos y recetas, sobre si la ensaladilla lleva mahonesa de bote o casera, de acuerdo en que debemos seguir con la normalidad, que tal vez sea la mejor manera de no rendirnos, pero esa realidad es tozuda y nos hace dar de bruces con los problemas principales.