Virginia López.
Puede decirse que hasta los años 30 del siglo XX, los nombres de las calles sevillanas se parecían bien poco a los actuales y lo más reseñable es que abundaban los nombres comunes, cuanto menos pintorescos, en un claro manifiesto de que no había costumbre de rotular, en homenaje, nombres de cristos, vírgenes o personajes relevantes.

Se consideraría así, que las calles pertenecían al pueblo más que nunca, teniendo en cuenta que en la mayoría de ocasiones, los nombres derivaban de expresiones populares. Algo parecido con los apellidos. Moreno, alude al color del pelo o la piel, y es una forma de diferenciar si llamas a alguien solamente por su nombre de pila.

Por otra parte, a finales del XIX ya hubo algunos cambios de nombres significativos, de tinte político, pero la costumbre que imperaba era mantener el nombre antiguo. Me pongo de ejemplo pues espontáneamente sigo hablando de la Plaza del Pan (Plaza Jesús de la Pasión).
Partiendo de la misma, tenemos muy cerquita las calles Gallegos (Sagasta) y Manteros (General Polavieja). Desde La Campana llegamos a la calle Compañía (Laraña) una vez que hemos pasado por las Cocheras de Pineda (Villasís). Dejamos a un lado Venera (José Gestoso) y Alcázares (Santa Ángela de la Cruz, si bien el tramo que desemboca en la Plaza de la Encarnación lo mantiene). Y si nos adentramos por ella camino de la Plaza del Pozo Santo tomaremos la calle Coneja (Atienza) hasta alcanzar las calles Palmas (Jesús del Gran Poder) cuya paralela es Puerco (Trajano) y Calderería (Teodosio).
Es admisible que el ayuntamiento, en aras de la modernidad, fuera cambiando los rótulos más risibles del nomenclátor urbano, como Callejón de Medio Culo (Sagunto) en las inmediaciones de San Gil y, yendo al encuentro de San Julián, la calle Rascaviejas (Hiniesta).
Abundaban los nombres relacionados con los alimentos, aún subsisten como Harinas pero muchos han desaparecido como Piñones (Doña Guiomar Manuel).
Era normal la duplicidad de calles y en la actualidad se ha mantenido extrañamente con las calles San Diego (Barrio de Santa Cruz) y San Diego (Arenal). ¿Cómo se las apañarán en Correos?
Una denominación que persiste en los pueblos es la de calle real, llamada así por ser parte del recorrido de la comitiva real. Sevilla, la tuvo, no podía ser de otro modo, pero la perdió en detrimento de San Luis. En realidad se trata del Cardo Romano cuya huella persiste desde el Hospital de San Lázaro hasta el número 4 de la calle Argote de Molina, la primera construcción que corta la vía en sentido perpendicular. Un Paseo de 3.2 kilómetros que es historia viva de Sevilla. Aprovecho para acudir al rescate de vosotros, amables lectores. Me falla la memoria y no recuerdo el nombre ni sitúo bien un bar que había por Argote de Molina. Hablo del año 95 y en su interior había una foto de Curro y una rama de romero. Qué buena estaba la tortilla de papas al whiskey…
Otra denominación típica era la de calle larga o ancha. Ésta última la había en casi todas las collaciones: Feria, San Bernardo, Triana (Pureza).

En ocasiones los sobrenombres populares prevalecían al nombre auténtico y tres esquinas coinciden en ello: la Punta del Diamante por el bar homónimo esquina con Alemanes y Génova (Constitución), Las Cuatro Esquinas de San José en el cruce de Sierpes delante de la capillita capuchina o Los Cuatro Cantillos en el cruce de Cabeza del Rey don Pedro con Candilejo.

Perviven bastantes nombres relativos a gremios pero algunos se perdieron como Espartería (San Jorge) o el singular Industrias (Menéndez Pelayo).
No se extrañen de que nos circunscribamos al casco histórico pues en los años 30 “todo era campo” en la periferia. Campos donde se cazaban conejos o algunas familias sevillanas hacían excursiones domingueras para tomarse un arrorcito y echar el día. Estamos hablando de la actual Plaza de Cuba.
