Por Avanti.
Bajas andando por una Sevilla distinta mientras serpenteas negocios, tiendas y bares de una ciudad diferente. Bajas hasta encontrarte con el único azulejo que no se ve, se huele.
Todos llevamos impregnados en nuestra masa madre algo que nos diferencia del resto del mundo y en nuestro caso es que somos capaces de tocar en ese olor lo efímera y eterna que puede llegar a ser la vida, de tocar la misma gloria.
Vas a San Juan de la Palma y parece como si el tiempo te diera la razón; como si el tiempo por una vez en la vida estuviera de tu parte; como si te pusiera su brazo por encima de tu hombro para consolar su propia huida.
San Juan de la Palma regala pausas. San Juan de la Palma regala Gloria. ¿A qué sí Tía Adela?.
La Virgen de Montemayor es ese pellizco tan grande de Moguer en Sevilla; es esa Gloria que se puede llegar a oler en un azulejo; es esa simpleza bien entendida de saber disfrutar del ahora.
La Virgen de Montemayor son los primeros pasos del nieto y el último Ave Maria de la abuela. La Virgen de Montemayor es la pila bautismal y el “tus nietos no te olvidan”. La Virgen de Montemayor es no irse nunca del todo.
Ella es la estampa de la cartera que nadie conoce y que más besas; la que no te exige que la busques; la que aparece sin esperarlo; la que le dice a su Hijo que deje tranquilo a Platero “que lo vas a volver loco con tanto tirón de orejas”.
Y es que, querido amigo, hay dos tipos de personas, las que buscan la gloria eterna y las que somos capaces de vivirla en vida.
¡VIVA LA VIRGEN DE MONTEMAYOR CARAMBA!