Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Son nuestros particulares “centros logísticos de reparto de anécdotas, historias y embustes sin maldad”.
“Hay caracoles” , “Barril de salmuera”, “No se puede compartir menú”, “En mesa sólo platos y medias raciones”, “Pan de la Algaba”, “Servicio averiado”, “Pago mínimo con tarjeta 10 €”…¿A qué tú me entiendes?
Lugares donde se comparten risas, lágrimas (sobre todo de pollo) y muchas historias que contamos formando una verdadera red social de codo en barra sin likes y sin fotos poniendo morritos.
Sitios donde se traspasan por no ser rentables penas enquistadas y riñas. Sitios donde si quieres puedes dejar de pensar en tus cosas para pensar en la de los demás…aunque sea la primera vez que la veas.
El tiempo allí está marcado por toques de llamador de cristal en peanas neobarrocas. Tiempo peinado con tiza gorda de colegio de los 80s. Tiempo que ve pasar platos liliputienses con pinceladitas celestiales de un lado a otro de esa trinchera de la felicidad que es la barra del bar.
Donde hacemos combates de esgrima para acercarnos al tirador sin mancharnos. Nuestros rediles de felicidad. Nuestra madriguera. Nuestro eterno “quillo nos vemos donde siempre». Nuestras eternas puertas encajadas.
Donde te conocen sin conocerte, el lugar donde el currículo, las condecoraciones y los interminables apellidos se quedan en la puerta. Ese lugar donde tu dinero vale doble.
Sonrían por favor, ya suena la chapa del bar de la esquina.