Por Avanti. Contador de Pamplinas.
Vente, vente conmigo.
¿No ves que detrás de ese recuerdo viene mi abuelo a retirar el visillo del ocaso y pregonar que ya se ve la primera Cruz de Guía?
¿No ves que los niños juegan en una rampla donde el paso del tiempo son goterones de cera que marca nuestro particular “In Ictu Oculi”?
¿No ves que tu madre se vuelve a limpiar la cara para tener eternamente la edad de vestirte de monaguillo y preguntarte si vas a aguantar todo el recorrido?
¿No ves que tu barrio se vuelve a perfumar con el aroma que tiene la eternidad efímera todos los Lunes Santos cuando te amortajan en vida con la túnica, tu túnica?
¿No ves que tu padre se vuelve a colgar la medalla de la victoria para convertirse en un estudiante más que recorre los pasillos de tus entretelas para recordarte que aquí, en tu tierra, hasta la muerte puede ser buena?
¿No ves que tu abuela está sentada en el banco de la alegría y sus ojos verdes parecen ser dos notas escapadas de la marcha “Coronación Macarena”?
¿No ves que en el Cachorro van dos nazarenos que le prestan la penúltima bocanada de aire para que por la calle Castilla vuelva más vivo que muerto?
¿No ves que tu hermano se coloca el costal por montera y se faja para mover el mundo, tu mundo, con un único punto de apoyo?
¿No ves que el cielo del Miércoles Santo está esperando abrazar a Joselito y Marta y preguntarles como les ha ido el año?
¿No ves que hay un nazareno en la Amargura con mirada de “¡Dame la mano que vienen coches Jose Antonio!”?
¿No ves que la Plaza de San Lorenzo celebra todos los Sábados Santos una boda entre tú y tus raíces?
¿No ves que la Semana Santa eres tú con los tuyos?
Vente, vente conmigo durante una semana y sonríe porque esta vida es única y exclusivamente lo que recuerdas con cariño.