Por Diego Jiménez.
Dice Isabel Allende que “la muerte no existe y la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”. Y esa debe ser la mejor reflexión y máxima enseñanza que se deben quedar, cada día, las personas que siempre han querido al bueno de Antonio Mendoza.
El pasado domingo, querido Antonio, se apagaba tu luz física y decías adiós a familiares y amigos, pero nunca se apagarán tus enseñanzas, tus reflexiones vehementes, tus riñas y risas, tus consejos y, sobre todo, tu defensa ferviente del trabajo de tu gente, los entrenadores.
En un homenaje que el fútbol andaluz te rendía en vida en el mesón El Garabato de Dos Hermanas y que tuve el honor de presentar, recordaba con cariño un Congreso de Entrenadores en 2009 al que acudí acompañando al entonces alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, tu famosa frase a los técnicos advirtiéndoles que “el que no asista a todas las ponencias no se le da el título, así que no me pongan después excusas, que no voy a pasar la mano».
Así era Antonio, genio y figura hasta la sepultura; todo corazón, todo garra, todo entrega, todo trabajo. Por eso a lo largo de sus 31 años de servicio a los entrenadores andaluces como presidente del Comité Andaluz de la Real Federación Andaluza de Fútbol, dejó por arriba y por debajo de Despeñaperros, una legión de amigos que aguardaban pacientes en la puerta del tanatorio de la SE-30 en Sevilla a darte su último adiós; desafiando mascarillas, limitaciones de aforo en la sala y protocolos estrictos frente a la Covid-19.
De aquel homenaje que te dio el colectivo de entrenadores en España, extraigo para este Rincón del Periodista tres que definen una personalidad arrolladora y una forma de ser que te hacía único. La frase de Joaquín Caparrós, seleccionador de Armenia, al decir que es «difícil tener palabras para un Amigo. Íntegro, buena persona y un privilegio encontrarse a personas así en la vida»; la del ex futbolista y campeón del mundo con España, Carlos Marchena que te consideraba una “persona siempre al servicio del entrenador y del fútbol andaluz; un Grande”; la del preparador físico Marcos Álvarez que te veía “Presidente, tan cercano como exigente, con un tic especial, que a sus entrenadores cautiva, disfrutar de la profesión con la mayor de las sonrisas”.
Dejo para el final la hermosa frase que te quisieron regalar tu mujer Nati y tus hijos, Laura y Antonio, al describirte como “un buen padre, buen esposo, buen abuelo, buen suegro, siempre pendiente de nosotros, protector y preocupado para que encontrásemos nuestro destino en la Vida y no nos hundiéramos. Ha sabido inculcarnos muy buenos valores; nunca nos ha fallado y como Padre, el mejor que se puede tener y, sobre todo, que lo Queremos muchísimo”.
Un buen amigo, Marco Antonio Garrido, me decía en la puerta del tanatorio entre lágrimas, tras fundirnos en un abrazo, la frase más bella con la que puedo terminar este artículo y es que “algún día la gente reconocerá la profunda huella que dejaste en el fútbol andaluz, entre sus entrenadores y en Almensilla”.
Ojalá para ese reconocimiento tome el testigo el Ayuntamiento de Sevilla rotulando, con tu nombre, una calle en el Cerro del Águila en el que te entregaste a los entrenadores más de 31 años de tu vida.
Vuela alto, “Grande”, que tu huella será eterna.