Por Miguel Ángel Vázquez.
Una cosa es predicar y otra dar trigo, como nos recuerda certeramente nuestro sabio refranero. Desde la Junta de Andalucía se han llevado durante todo el estado de alarma por el Covid cuestionando y poniendo peros a todas las decisiones que tomaba el Gobierno de España en aplicación del mando único. Superado el pico más duro de la pandemia a finales de junio, se dejó de aplicar el estado de alarma y el mando único pasó a los presidentes autonómicos. Desde entonces, el Ejecutivo andaluz de las derechas ha comprobado las dificultades de gestionar un virus sin contar aún con medicación para combatirlo y vacuna para prevenirlo. Esta comunidad se ha convertido en la líder en número de rebrotes, hasta 40, eso sí con menor incidencia que en Cataluña o en Aragón. Y se dedican a despejar balones y a seguir buscando culpables para no asumir sus obligaciones: antes todo lo que ocurría era responsabilidad del presidente Sánchez, ahora señalan a la ciudadanía o ponen en el balón en tejado de las corporaciones locales. Ellos son así de ‘fantásticos’.
Su gestión está repleta de lunares: desde contrataciones bajo sospecha a cierre de centros de salud, desde poner en pie de guerra a la comunidad educativa por falta de garantías para la vuelta a las aulas en septiembre a negarle a los sanitarios una paga digna por su dedicación en los momentos más duros… Pero, sin duda, el episodio más chirriante y chusco es el reparto de mascarillas. Lo han hecho tarde, mal y con cutrez. Llevaba el PSOE pidiendo al gabinete de Moreno Bonilla desde finales abril la distribución gratuita para toda la población de este medio de protección, hoy ya de uso obligatorio. Y es que para las familias con menos recursos supone un desembolso casi imposible de asumir (se calcula un gasto medio de 120 euros/mes para una unidad familiar de cuatro miembros).
La respuesta de la Junta no ha llegado hasta mediados de julio SÓLO para los mayores de 65 y con tres unidades para 90 días. Se supone que una quirúrgica tiene una vida máxima de cuatro horas, es decir, con el lote repartido y siguiendo las recomendaciones médicas sólo se cubre media jornada. Por tanto, una oferta claramente insuficiente y cicatera. Además, el material se ha agotado en menos de 48 horas sin atender ni a la mayoría del target de población al que va dirigido y, por si no fuera poco el bochorno, las mascarillas son de una calidad ínfima y se deterioran con inusitada facilidad.
El fiasco está siendo de aúpa. Profesionales farmacéuticos y usuarios están (estamos) que trinan (trinamos). Los primeros, fijando carteles de protesta en los escaparates y los segundos, nuestros mayores, yendo a recoger el material al que tienen derecho a diario, volviéndose de vacío por falta de dotación en los despachos de farmacia y recordando entre el enfado y el sarcasmo el ‘vuelva usted mañana’ de Larra. A los gestores de la Junta se le da mejor predicar que dar trigo (mascarillas). Peor no se puede hacer… y lo saben.