Por Miguel Ángel Vázquez.
Vaya por delante que el que suscribe no profesa fervor cofrade ni forma parte de la grey de creyentes. Por eso, quiero expresar ante todo mi respeto hacia todos aquellos con quienes no comparto estas convicciones y confío en que la osadía de abordar este asunto no se tome como una irreverencia.
Me manifiesto firmemente partidario de que las fiestas mayores tengan siempre una fecha fija, como ocurre con otras celebraciones religiosas o cívicas. Que el calendario se regule por una tradición religiosa resulta, a día de hoy, una antigualla. Como es sabido, jueves y viernes santos se fijan en función de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera.
Por este motivo, el ciclo lunar nos los ha situado este año el 17 y 18 de abril, trastocando todo el calendario festivo de Sevilla. Hasta el punto de que la Feria de Abril, en este caso por decisión política del Ayuntamiento hispalense, transcurrirá en su integridad en mayo. Esta dependencia astronómica tiene algunas consecuencias negativas como, por ejemplo, los estragos que producen estos parones en el último trimestre del curso en todos los niveles educativos.
Se trataría de ordenar racionalmente el almanaque. ¿Por qué no se determina que el Viernes Santo sea el primero del mes de abril con independencia de la fase en que se encuentre el satélite que gravita alrededor de la Tierra? En Estados Unidos se conmemora el Día de Acción de Gracias el cuarto jueves de noviembre. De forma recurrente, el propio Papa Francisco ha verbalizado la conveniencia de que todos los cristianos celebren la Pascua al unísono, incluso aceptando una fecha fija. No es una idea nueva: Pablo VI lo llegó a plantear medio siglo antes que Bergoglio.
Si esto es realmente así, no parece ningún disparate proponer desde una perspectiva cívica un calendario estable para la Semana Santa, que estaría siempre ubicada a principios de abril. Además, coincidiría en torno a la posible fecha en la que murió Jesucristo: aunque no existe un consenso absoluto entre los historiadores, la más compartida es el viernes 3 de abril del año 33 de esta era.
Todo quedaría perfectamente delimitado y previsible. La Semana Santa, en los primeros días de abril y la Feria, a finales y siempre dentro de su mes, con algún grado menos a mediodía que en mayo para los que disfrutamos más del real de Los Remedios bajo la luz del sol.