La meta está muy cerca

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Por Miguel Ángel Vázquez.

Esta Navidad no será igual. A nadie se le escapa. Toca aferrarse a la idea, incluso a la certeza, de que será la única que viviremos con restricciones, que las siguientes las podremos disfrutar con normalidad y recuperar todas nuestras buenas costumbres y tradiciones. ¡Cómo nos ha cambiado la vida en tan poco tiempo! Si echamos la mirada atrás, hace un año afrontamos estas fiestas navideñas sin límites y sin miedos. En plena celebración, con calles adornadas y tomadas por la ciudadanía, nos empezaron a llegar las primeras noticias de la aparición de un virus en China…

No le dimos mucha importancia, lo veíamos todo muy remoto, como un problema lejano que no iba a llegar nunca a Europa. Semanas después, finales de febrero o primeros de marzo, el Covid-19 se había expandido por todo el mundo y se encendieron las luces de alarma. Estábamos en plena pandemia y la práctica totalidad de países decretó el confinamiento de la población. Era la única medida efectiva para frenar al dichoso bicho ante la falta de medicación efectiva y vacunación preventiva.

Han sido meses duros, especialmente desde el punto de vista sanitario. Más de 47.000 víctimas y 1,7 millones de casos en España atestiguan las dolorosas consecuencias de esta pandemia, que también ha derivado en una crisis económica y social, con paro de actividad de empresas y autónomos, puesta en marcha de ERTE para evitar la destrucción de empleo, la regulación del Ingreso Mínimo Vital y otras medidas pensadas en amortiguar los efectos sobre las familias. Además, el virus ha restringido nuestra movilidad, cerrado fronteras y modificado nuestros hábitos sociales, la forma de relacionarnos y la manera de estudiar y trabajar, entre otras muchas circunstancias sobrevenidas.

En este tiempo, la ciencia ha trabajado a contrarreloj y ha conseguido lo que parecía imposible para solventar las dolorosas consecuencias de la emergencia sanitaria. En apenas unos meses ya hay vacuna y no sólo una. Con toda la precaución hasta que se consiga un nivel alto de inmunización y porque estamos doblegando no sin esfuerzo y sacrificio la segunda ola (tres veces más fallecidos en Andalucía que durante la primera), se abre una ventana de esperanza, comenzamos a ver la luz a final del túnel aun siendo conscientes de que nos queda un periodo por delante (esperemos que corto) de mucha dificultad aún. Afrontamos una Navidad bajo limitaciones justificadas pero con la expectativas de mejora de la situación con vistas al verano. No podemos bajar la guardia, tenemos que redoblar la responsabilidad y civismo para que la cuesta de enero no se complique en términos de salud pública con una tercera ola.

La inmensa mayoría de la ciudadanía ha estado a la altura del reto que nos ha tocado vivir. Nos queda el último esfuerzo. Estas fiestas navideñas no serán como las de siempre porque tenemos que mantener nuestro nivel de compromiso para derrotar al coronavirus. Nos tocará cumplir con respeto las normas sanitarias en fechas hasta ahora propicias para la celebración. Es tiempo de paz, amor… y reencuentros controlados, mascarillas y distancia social. En buena medida de nosotros depende que no haya otro repunte del número de casos en enero. Que nos guíe la solidaridad y actuemos con cabeza para que unas semanas después no nos arrepintamos. Que la euforia de un pronto final a esta pesadilla no haga que se disparen los disgustos unos días después. Levantemos un poco la mirada y, siguiendo el consejo de Unamuno, “procuremos ser padres (y madres) de nuestro porvenir”. La meta está muy cerca.

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