Collaciones, barreduelas y adarves

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Por Virginia López.

En nuestro recorrido callejero de hoy, vamos a conocer tres términos históricos referidos al urbanismo que han caído en desuso pero conviene conocerlos, porque eran los empleados históricamente y no se entiende el entramado urbano de Sevilla hasta el siglo XIX, sin ellos.

El límite temporal viene marcado por el derribo de las murallas que cambió el vetusto caserío hispalense, apenas modificado desde época medieval, por la ciudad actual. Si quisiera o si pudiera poner una fecha exacta se imaginarán que sería la del emblemático año 1868, el de la Revolución apodada La Gloriosa que a nivel nacional destronó a Isabel II y a nivel local trajo aires demoledores para nuestro maltrecho patrimonio.

El antimonarquismo y el anticlericalismo veían las murallas cosa medieval y por tanto asociada a la monarquía. En el ánimo de derribarlas también pesaba querer ensanchar el perímetro urbano, ciertamente ahogado en algunas zonas pero la equívoca entendida modernidad y el nulo afán conservacionista del patrimonio – con excelsas excepciones como la de Gestoso cuya voz en el desierto se oyó para mantener las Murallas de la Macarena – fueron las manos que empuñaron la piqueta de entonces.

Pero el primer derribo mural no se llevó a cabo ese año, ya hubo derribos anteriores, incluso a finales del siglo XVIII cuando desaparecieron los arquillos que unían el Palacio Arzobispal con la Giralda en la esquina de Placentines – tramo renombrado como Cardenal Amigo – y precisamente las obras de este verano han vuelto a mostrar indicios de ello. Arquillo será un término que añadiremos.

Grabado de Tortolero (1766) donde se ve el Arquillo que unía la Giralda y el Palacio Arzobispal.

Empezaremos conociendo qué son las COLLACIONES. Una collación era el conjunto de casas que había en torno a una iglesia que ejercía las funciones de parroquia. Efectivamente, collación viene a ser un barrio. Pero a diferencia de los barrios modernos que van surgiendo un tanto improvisadamente y por el empuje demográfico, las collaciones sevillanas fueron organizadas tras la conquista de la ciudad en 1248. La prematura muerte del rey Fernando III apenas permitió que se llevara a cabo la reorganización de la ciudad, por lo que el verdadero artífice de la misma es su sucesor Alfonso X.

Plano del siglo XVI con las 29 collaciones de entonces

Una planificación perfectamente establecida a través de lo que se denominaba Repartimiento y que afortunadamente conocemos en profundidad porque se ha conservado el documento que lo sustenta.

La ciudad fue dividida en 24 collaciones, llamadas cada una por su iglesia correspondiente: San Gil, Omnium Sanctorum, San Julián, Santa Lucía (iglesia desacralizada), San Román, San Marcos, Santa Marina, Santa Catalina, San Pedro, San Andrés, San Martín, San Juan (vulgo San Juan de la Palma), Santa María la Mayor (Catedral), San Salvador, San Isidoro, Santiago, San Esteban, San Nicolás, San Bartolomé, San Ildefonso, San Vicente, San Lorenzo, Santa María Magdalena, San Miguel (iglesia desaparecida). En 1492 se añadieron Santa Cruz y Santa María la Blanca. Triana quedaba aparte con su parroquia de Santa Ana y en el siglo XVIII fueron surgiendo San Roque y San Bernardo.

Se trata, por tanto, de una organización que aúna lo administrativo y lo religioso en una perfecta simbiosis.

La pervivencia de casi todas las iglesias ha permitido que se mantenga a su vez la nomenclatura aunque el conjunto queda hoy englobado en lo que se conoce como centro o casco histórico, el cual es uno de los mayores de Europa y suele contemplarse de forma homogeneizada.

En cambio, en época histórica cada collación tenía su marcada personalidad diferenciadora y los indicadores socioeconómicos de la población así lo testimonian. Por ejemplo la población agraria de Santa Lucía contrastaba con la artesana de San Román y ésta a su vez con la comercial de Santa Catalina. Por citar un ejemplo de tres collaciones vecinas.

Una BARREDUELA es una calle sin salida, lo que hoy conocemos como callejón y que el código de circulación te marca con su señal de tráfico correspondiente.

Ejemplos de barreduelas antiguas hay muchas. Por citar un ejemplo, cuando han rotulado la calle Enrique “El Cojo”, bocacalle de Espíritu Santo, han tenido el detalle de añadir Barreduela, así se va conociendo este término.

Aunque en ocasiones podían ser calles comunicadas entre sí por donde se movía un reducido grupo de personas, vecinas del lugar. Como la parte trasera de la Resolana, que en ocasiones forma parte del recorrido más sentimental de la Hermandad de la Macarena en un emotivo reencuentro con sus vecinos.

Históricamente abundaban como herencia de ese plano islámico de calles tortuosas unido al gusto por preservar la intimidad de las casas que podían comunicarse entre sí por pasillos ajenos al trajín de las calles. Hoy día se conserva en el entramado que conforma el Hotel Casas de la Judería, un nexo que une varias casas en la calle Verde.

Motivado por ese deseo de ocultarse a ojos vista, era frecuente pasar de una casa a otra por la parte superior y ahí entran los ARQUILLOS.

El del barrio gótico de Barcelona, aun siendo construcción decimonónica, es el más representativo visualmente. En Sevilla no se han conservado con esas características pero nos podemos hacer una idea viendo, por ejemplo, las casas que coronan el Postigo del Aceite. Y es una verdadera pena que desapareciera el Arquillo de la trianera calle Fortaleza. Otros arquillos conocidos son el de la Inquisición y el del Ayuntamiento.

Me parece la palabra ADARVE de la más bonita del castellano. Tiene varias acepciones de ahí que su uso pueda inducir a error. La Rae recoge incluso que es sinónimo de callejón.

Yo empleo mucho esta palabra en dos variantes: como camino de ronda y como plazuela sin salida.

El camino de ronda es el pasillo superior de las murallas que permite andar por las mismas. En el caso de las murallas de Sevilla, no lo tiene delimitado como puede verse en otras o en castillos. Por la parte superior de nuestras murallas – la parte almenada – se puede caminar, pero es muy estrecho y sin parapeto. La parte que está detrás de la barbacana sí sería un adarve, en este caso lindando con el suelo.

El adarve más simbólico de Sevilla es lo que la gente viene a llamar Plaza de Santa Marta. Nunca fue una plaza y al haber conservado su fisonomía original permite verificar que es un adarve auténtico, esto es, un espacio irregular conformado por el reducto de varias construcciones que lo rodean y comunicado con el resto de la ciudad por un estrecho camino a modo de cordón umbilical.

Conviene tener en cuenta que en la Edad Media – ni musulmana ni cristiana – no había plazas, que es un concepto renacentista de inspiración clásica en las ágoras griegas y en los foros romanos.

Los adarves acababan en una cancela que se cerraba por la noche como las puertas de la muralla y como aún vemos en Gandesa, un bonito y desconocido adarve. A pocos metros se conserva el pasillo de otro y es que los adarves se fueron perdiendo y quedaron solo los callejones, en ocasiones cerrados al vecindario como en la calle Murillo o en la Plaza Doña Carmen, un espacio moderno que es el único rastro del Adarvejo de la Morería.

Paseen, observen y sobre todo disfruten de las calles de Sevilla.

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