Por Avanti. Contador de pamplinas.
Los problemas siempre tienen dos finales, a saber: o enfermería o Puerta grande… o «Barrio de los callaítos» o caseta de Feria a la hora del grupito.
Si algo tienen los viernes es que huelen a «cita con el psicólogo». Esos psicólogos con más horas de escucha que un programa cofrade en Cuaresma.
Sales del trabajo y cada uno busca al suyo como las abuelas buscan a sus nietos vestidos de monaguillos por la carrera oficial; con necesidad pero sin prisas.
Nuestro «psicólogo de cabecera» siempre nos atiende con una sonrisa, o no, y esa pregunta que valdría para cualquier epitafio: «¿Lo de siempre?»
Pues sí maestro, lo de siempre.
No hacen falta más datos para que nos pasen consulta rutinaria. No hacen falta más datos para que nuestro psicólogo sea capaz de cerrar la puerta de la enfermería y busque apresuradamente a alguien con buenas espaldas para que nos saque a hombros.
Las barras de los bares y sus médicos de guardia han hecho más por sacarnos de la enfermería que la misma Facultad de Medicina y la penicilina juntos.
Barras que son puras «consultas sin cita previa» donde se nos atiende con un «diván» con cuentas escritas con la mejor estilográfica que ha existido jamás: la tiza gorda de colegio de los 80s.
Esa tiza que escribe nuestra biografía no autorizada más dulce.
Busca tu «Puerta Grande», busca tu diván y pide «lo de siempre»…