Lopetegui

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Foto: TNT Sports

Por Miguel Ángel Vázquez.

El amor, a veces, prende a primera vista, se desata irracionalmente y explota la pasión. Otras, en cambio, se va forjando en el día a día, con la convivencia, con las pequeñas cosas, con el conocimiento cotidiano. En el fútbol pasa como con el amor. La afición del Sevilla FC no tuvo un flechazo con Julen Lopetegui cuando aterrizó en el verano de 2019. Se le recibió con escepticismo, con muchas reservas. Su pasado reciente, con el cese fulminante en la selección española y el fiasco en el Real Madrid, no provocaban mariposas en el estómago. Se le dio una oportunidad por venir con el aval del ‘dios’ del sevillismo: Ramón Rodríguez Verdejo ‘Monchi’. Gracias a este imprescindible salvoconducto, el Sánchez Pizjuán le otorgó un voto de confianza.

No hubo brillo en las miradas de Nervión hasta pasado unos meses. Monchi puso a su disposición una plantilla muy renovada (hasta catorce nuevas caras), con incorporaciones interesantes y diamantes en bruto por pulir. La tarea no iba a ser como echar un huevo a freír. Requería tiempo y desplegar todo el arsenal de conocimiento y experiencia acumulado por el vasco. Es más, hasta el confinamiento y suspensión de la Liga en marzo pasado, ese runrún reprobatorio tan típico de la ‘bombonera’ cuando las pintan calvas se activaba con enorme rapidez. Un técnico demasiado temeroso en más ocasiones de las necesarias para una hinchada a la que le gusta más el juego ofensivo, el preciosismo y el toque que la disciplina táctica y el paso atrás para proteger una eventual victoria corta, lo que le hizo ganarse pronto el apodo de ‘Amarrategui’. Las dudas no se acababan de disipar y la eliminación de la Copa a manos del Mirandés horadaba las expectativas del graderío del equipo que nunca se rinde. Flaqueaba la esperanza colectiva, pero Monchi y el presidente, Pepe Castro, seguían dando la cara por el técnico vasco. Acertaron.

Se reanudó la actividad y el Sevilla afianzó todos los destellos y las buenas sensaciones que se vieron de forma intermitente antes del parón. Clasificación para la Champions, con los mismos puntos que el tercero, el Atlético de Madrid, campeón por sexta vez de la Europa League, dejando en el camino a todopoderosos como Roma, Manchester United e Inter de Milán, y ofreciendo un vendaval de fútbol y dominio táctico de los partidos. En la temporada actual se está en buena disposición en todas las competiciones.

Los resultados y su trabajo encomiable han afianzado el idilio entre Julen y el sevillismo. No estamos ante una relación adolescente, arrebatada o ciega, sino ante un reconocimiento exigente, que ha de revalidarse a diario y en el que el conformismo no tiene sitio porque así funciona esta institución… y también lo exige la afición.

De esta forma, el Sevilla ha renovado a Lopetegui hasta 2024. Un horizonte largo que le permitirá consolidar su trabajo profesional, serio y metódico, podrá fraguar un mismo modo de juego desde el primer equipo hasta todos los escalafones de la cantera y construir, ladrillo a ladrillo, un proyecto que aspire a metas superiores. Se ha ganado nuestra confianza a pulso y por mérito propio. Pero el fútbol es muy caprichoso y la euforia se torna en frustración en un chasquido de dedos. El vasco tiene hoy el aprecio y la consideración de la parroquia sevillista casi al completo. Que sea para muchos años… y por más títulos.

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