Por Diego Jiménez.
“Tal vez no podamos escapar del destino del ser humano, pero podemos elegir entre sufrir nuestro destino o disfrutar de él, entre sufrir o amar y ser feliz, entre vivir en el infierno o vivir en el cielo. Mi elección personal es vivir en el cielo. ¿Y la tuya?”. Con esta reflexión concluye su libro “Los Cuatro Acuerdos” el doctor y maestro de la escuela tolteca de tradición mística, Miguel Ruiz.
Una meditación muy de actualidad en estos tiempos de confinamiento, incertidumbres sobre nuestro destino y miedos frente a un virus que recorre a toda velocidad el mundo.
Pero como la canción de Alejandro Sanz, la cura de todos los males la tienen el Amor y la Solidaridad, simbolizadas en los aplausos sentidos desde todos los balcones de España hacia nuestros sanitarios y servidores públicos; en los voluntarios espontáneos de toda índole que desean arrimar el hombro por nuestros afectados o familiares o en los agentes de la Guardia Civil que llevan la compra a su domicilio a la viuda del agente José Antonio fallecido víctima del coronavirus. No puede haber gesto más sincero y humano para expresar el dolor por la muerte de un compañero.
Los acontecimientos que vivimos deben interpretarse como lecciones de vida para lograr un futuro mejor. Sin embargo, os preguntareis en las horas diarias de confinamiento, ¿a qué precio?. Son muchas las vidas humanas que se quedan en el camino, muchas las situaciones dramáticas personales y empresariales que se están viendo sacudidas por la paralización de la vida diaria por el Estado de Alarma Nacional.
Mientras el mundo y la comunidad científica anhelan una vacuna que cure y detenga esta pandemia, se me ocurre el mejor antídoto en estos tiempos convulsos que nos toca vivir: CoronaVida.
Dibujen una sonrisa frente a las lágrimas; besos y abrazos frente al miedo y la angustia; solidaridad para combatir la soledad; amor ante tanto aislamiento y deseos de Vivir, frente a un virus que se sienta a la “mesa del mundo”, sin que lo hayamos invitado.