Lo mismo vales…

Por Avanti.

Lo mismo vales para dar clases en Harward, que para escardar remolachas en Lebrija a 40 grados.

Lo mismo vales para hacer una reducción de plancton lleno de “Estrellas Michelin”, que para hacer una berza con lo mínimo para el bloque entero.

Lo mismo vales para recoger el Nobel de literatura montado en un burro «pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón», que para apuntarte al colegio de mayores y aprender a leer con ochenta tacos.

Lo mismo vales para volver con tu túnica de rúan por el camino más corto y sin mirar para atrás, que para salir a buscar el albero con volantes lleno de constelaciones de lunares.

Lo mismo vales para pasar la noche en el desierto de la pena, que para ser  náufrago de la mayor de las alegrías.

Lo mismo vales para rebatirle al notario tu testamento, que para poner la cartera abierta en mitad de una caseta de Feria.

Lo mismo vales para ser madre primeriza con apenas veinte años, que para ser bisabuela con tacones y labios pintados color “yo te quiero más”.

Lo mismo vales para nacer en Galicia que para quedarte eternamente poniendo la jaula de los canarios a ese sol que solo le regala tu barrio a los vecinos que quiere conquistar.

Lo mismo vales para descojonarte en los velatorios que para llorar en  los paritorios.

Lo mismo vales para cagarte en los muertos del que se ríe de ti que para ponerle la otra mejilla al servilismo barato.

Lo mismo vales para cruzar la fregona en la puerta de tu memoria que para dejar que el de fuera te pise lo fregado.

Lo mismo vales para vivir dos veces los momentos buenos, que para pasar de puntillas por lo que no merece la pena apuntar en tus pupilas.

Y es que, querido amigo, Andalucía es ese puñaito de arroz que se echa de más por si alguien viene a comer sin avisar.

¡VIVA ANDALUCÍA CARAMBA!